No suelo escribir mis artículos con elementos autobiográficos. De alguna manera he conferido eso a mis ficciones. Hoy haré una confesión personal que me ayudará con el tema de este artículo.
Cuando era adolescente, la idea del suicidio me acorraló varias veces. Sospecho que sufrí de depresión y ansiedad; no lo sé. Nunca me lancé al vacío, porque soy un cobarde. Eso me salvó. Hoy tampoco me quitaría la vida, porque sigo siendo un cobarde, pero también porque ahora tengo razones claras para vivir que antes no tenía, tal vez por ser muy joven.
En estos días he repensado esa frase de José Martí: “Tengo miedo de morirme sin haber sufrido bastante”. Estas palabras, a parte de ser genuinas, encierran una fórmula de vida: no se puede contemplar la experiencia de vivir si no se conoce el dolor. “Todo el dolor del mundo cabe en una bala”, escribió el poeta Héctor Collado, y Pablo Neruda: “Dadme todo el dolor / de todo el mundo, / yo lo voy a transformar en esperanza”. Mi misión como escritor es saber soportar el dolor con resignación y transmitirlo en esperanza.
Mi amigo Roberto A. Moreno de León publicó un ebook sobre la felicidad. Roberto fundó una escuela para la felicidad, algo que me parece interesante. Yo podría crear una escuela del pesimismo, pero Roberto, ayudándose de frases de grandes personajes, nos hace reflexionar si es posible ser feliz en estos tiempos de crisis. Su respuesta es un contundente sí.
No es difícil ponerse de acuerdo con Roberto. Si miramos bien, estos días de encierro nos han servido para rescatar las pequeñas cosas que a diario no vemos por las prisas. Hemos estado más en familia; nos hemos acercado de formas creativas y compartido momentos que el trabajo y los compromisos nos prohibían. Hemos aprendido que para ser felices hay que cuidar de la felicidad del otro.
Individualmente también hemos aprendido. Yo, por ejemplo, he mirado un atardecer desde mi terraza, algo que la mayoría del tiempo no ocurre, porque a esa hora estoy en el tranque de regreso a casa. Y ese momento único me sirvió para meditar, que aunque suele decirse que el pasado queda atrás, no es cierto. Sólo reparamos sus heridas; y esa es otra forma de felicidad. Es asombroso lo que puede uno pensar tendido en una amahaca.
Yo miro mi pasado para compararlo con el presente. Veo que he perdido a muchos parientes y amigos, varios fracasos y logros, pero descubro también que tengo más que apreciar en el presente si logro ubicar esos componentes. Creo que la felicidad consiste en dos bordes: estamos constantemente perdiendo y ganando. Si nos quedamos enfocados tan sólo en uno de los bordes, no podemos comprender. La soledad y el dolor son inclementes, pero necesarios; así como una buena conversación entre amigos o en familia es un tesoro para la vida. En medio de los bordes está la muerte.
En alguna parte de su libro, Antes del fin, Ernesto Sábado dice que la vida es un camino hacia la muerte. Creo que es una verdad irrefutable, pero lo que tenemos que aprender es que en ese recorrido habrá sorpresas, algunas amargas y otras dulces, y que todas son parte de la grandeza de vivir. Un solo instante agradable que quede en la memoria es un milagro.
Mi momento favorito del día es el desayuno con mi familia. El olor del café y el pan son un milagro. Sólo los fines de semana, con suerte, puedo disfrutar de ese momento, porque los días corrientes debo madrugar para poder estar a las ocho de la mañana en mi trabajo. Estos días de encierro he desayunado con mi esposa y mis hijos en medio del padecimiento que sufre el mundo y confieso que me siento agradecido y feliz de poder hacerlo.
Una de estas tardes llovió con intensidad y cuando escampó, uno de esos milagros aconteció: cientos de pájaros pueblan el cielo y parecen bailar de alegría. Llamé a mí esposa para que los viera y cuando llegó con mi hijo menor, las aves habían desaparecido. Entonces pensé, ridícula y egoistamente, que ese regalo de la naturaleza era sólo para mí, como un estado de gracia. La imagen me llenó de esperanza. Sé que cuando pase la cuarentena volveré a mi simple realidad, pero eso sólo ocurrirá si mi vida es también simple.
El autor es escritor y encargado de la Oficina de Promoción de la Lectura de MiCultura
