Cuando todo parecía perdido, faltando 13 minutos de juego e íbamos perdiendo 2 a 0, la selección de Panamá en una hazaña sin precedentes en una eliminatoria de CONCACAF, anotó tres goles en ocho minutos, dándonos la victoria y con ella la esperanza de llegar a Qatar en el 2022.
Muy diferente de las experiencias vividas durante las eliminatorias de Brasil 2014 cuando, en el tiempo compensatorio, la selección de los Estados Unidos anotó dos goles, dejándonos vestidos, alborotados y con un terror a los últimos minutos de los partidos a los que llamamos, desde entonces, “la maldición del minuto 80”.
Nuestra independencia es un ejemplo de ese minuto 80. 'El que quiera conocer a Panamá, que venga porque se acaba' decía el colombiano Rufino Cuervo, por el estado caótico en que se encontraba el istmo después de la Guerra de los Mil Días. Afortunadamente, Panamá no acabó allí, gracias a los valientes próceres que se negaron a rendir pleitesía o pedir tregua y, en su lugar, lucharon y defendieron nuestra independencia. ¿Dónde estaríamos hoy sin su valentía, compromiso y sentido de patria?
Hoy, la corrupción parece estar ganando la batalla. En el plano judicial no me alcanzan las palabras en este artículo para enumerar la cantidad de casos que han llegado al Órgano Judicial y que, convenientemente, se han enredado en una mezcla de formalidades, burocracia, corrupción y cobardía que impide condenar a los delincuentes, especialmente a los que ostentan poder político, económico y que han demostrado no tener escrúpulos ni vergüenza.
En el plano político, el panorama no es alentador. Somos testigos de la crisis de representatividad que tenemos en el gobierno, la asamblea y los partidos políticos. La ausencia de liderazgos éticos, positivos y preparados para guiarnos en medio de los enormes problemas sociales y económicos que se han agravado por la pandemia, es el cultivo perfecto para los caudillos con discursos simplistas y clientelares, tal como ha ocurrido en Venezuela, Brasil, Perú y Argentina.
Pero el partido no ha terminado, ni siquiera hemos llegado al minuto 80. Necesitamos el discurso de Thomas Christiansen en ese medio tiempo para buscar ese balón e insistir e insistir en esa portería hasta que logremos revertir el marcador y celebrar la victoria.
Una victoria que nos devuelva la esperanza de vivir en un país donde impere la ley igual para todos y donde todos podamos vivir en paz. Donde podamos enfocar los recursos del Estado en el bienestar de la población, en su salud y educación, creando oportunidades de desarrollo, con justicia y equidad.
En Panamá tenemos muchas experiencias positivas y negativas sobre peleas que parecen perdidas y cuyo resultado nos sorprende; mostrándonos, una y otra vez, que el juego no termina hasta que el árbitro pita, por esa razón, yo sigo con mi uniforme correteando ese balón, ¿y tú?
La autora es miembro de Movin y conductora de Sal y Pimienta


