Históricamente, los afropanameños han jugado un papel importante en la formación de la nación.
Los africanos que llegaron durante la era colonial se establecen en caseríos a lo largo de las costas del Atlántico y en pueblos del Darién. La segunda ola de personas negras que vinieron a Panamá fueron los inmigrantes caribeños, quienes llegaron a trabajar en la construcción del ferrocarril, en empresas agrícolas comerciales y, en la construcción del Canal.
“Es asombroso que, en Panamá, un país multiétnico, pareciera que se perpetúa el rechazo a la diversidad”, comenta Yannia De León, miembro de Jóvenes Unidos por la Educación. De León se refiere a la anti-negritud, un rechazo sistemático a la cultura negra. Este rechazo inicia desde la llegada de los negros al Istmo hasta nuestros días. La normalización del racismo en el país no es entendible, si tomamos en cuenta el importante componente de negritud en el genotipo del panameño al igual que el de los pueblos indígenas. Recordemos: el racismo es sistemático. Al referirnos a este flagelo, hay que considerar no sólo las microagresiones, sino también las grandes brechas de desigualdad que se manifiestan.
La exclusión de posiciones de poder es otro reto importante para nuestra comunidad. Un sinnúmero de afropanameños viven en la provincia de Colón, uno de los lugares de mayor movimiento económico del país, sin embargo, con enormes brechas socioeconómicas, salariales y educativas. “Los barrios marginados de la Ciudad de Panamá, regiones de Bocas del Toro y la ciudad de Colón, con poblaciones mayoritariamente compuestas por descendientes de afrocaribeños de habla inglesa del siglo XIX y principios del XX, continúan sufriendo la notoria falta de servicios gubernamentales e inversión del sector social”, expone el Directivo Mundial de Minorías y Personas Indígenas en su sección “Afropanameños”
La sociedad panameña ofrece más oportunidades a personas de piel clara y mestizos. En una economía fuertemente orientada hacia el turismo y el comercio, la discriminación sistemática contra los ciudadanos de piel negra -más aún si deciden llevar peinados culturales o el cabello natural afro- se lleva a cabo a través de prácticas racistas disfrazadas en preferencias y perfil racial.
Los afropanameños se encuentran entre los grupos más excluidos de la República. Con altos niveles de analfabetismo, desempleo, accesibilidad reducida a la atención médica, en comparación con el resto de la población, salvo los pueblos indígenas. Urenna Best, directora general de la Secretaría Nacional para el Desarrollo de los Afropanameños ha manifestado que problemas graves de salud como la diabetes y la hipertensión están “casi naturalizados” entre la población afropanameña.
La comunidad afropanameña está marcadamente ausente de posiciones de poder político y económico. Los gobiernos continúan desatendiendo los problemas económicos y sociales que afectan a esta fracción de la población, incluso, en las áreas donde constituyen la mayoría.
Llama la atención la falta de representatividad en los medios de comunicación de personas afrodescendientes. “Este es un país que oculta a su población negra…” sostiene Alberto Barrow, director del Observatorio Panamá Afro. Ya sea en la televisión nacional, radio, literatura o cualquier otro medio de divulgación, la mayoría de la representación panameña, incluso latinoamericana, es de personas blancas o mestizas. No se ha normalizado escuchar las voces de las personas negras en los medios de comunicación y tampoco existen espacios de expresión institucionalizados para los afropanameños.
El primer paso para subvertir esta situación es reconocernos diversos. No todos enfrentamos similares problemas o tenemos las mismas comodidades. Somos un país interracial diverso. No hacer esta autorreflexión provoca que se invisibilice la lucha por la identidad de los afropanameños.
Es necesario difundir la verdadera historia afropanameña, con su gran aporte a nuestro país, para promover que, como panameños, abracemos la multietnicidad y erradiquen el pensamiento de que la historia de la etnia negra se escribe desde el periodo de la esclavitud: tan sólo ese cambio de paradigma empodera a las generaciones actuales y futuras.
La autora es egresada del LLAC 2021