¿Qué es lo normal? Lo normal es un término estadístico utilizado para describir en una categoría sociológica lo que es común, es decir, lo reiterativo. Su opuesto es lo anormal, que hace alusión a lo desviado o poco común. La palabra normal puede ser una falacia o una herramienta de manipulación social. Es un sinónimo de lo adecuado en términos sanitarios de carácter estadístico, que tiende a distorsionarse cuando se aplica al ámbito sociopolítico.
La instrumentalización de la normalidad con propósitos de manipulación pone en riesgo la estabilidad social, debido a las brechas y diferencias que se generan y “normalizan”. El término tiende a ser utilizado para aliviar y reconfortar. Se utiliza para establecer una visión idealista de la realidad.
Para el renombrado psicólogo y filósofo Michel Foucault, la normalización es una herramienta esgrimida por una clase dominante para adoctrinar, intimidar, e, inclusive, intimidar tanto a las masas como a un grupo social considerado contendiente. Con el fin de controlar el pensamiento y, por ende, el comportamiento de algunos individuos usando conceptualizaciones de lo socialmente establecido, se pone en duda lo verdadero y lo falso, lo correcto e incorrecto, lo normal o anormal.
Este proceso de normalización, para Foucault, se lleva a cabo mediante el lenguaje. Afirma que los conocimientos, los discursos y las creencias se crean y se hacen circular mediante ciertos condicionamientos sociales. La estrategia consistiría en cuestionar ciertos saberes, borrar todo vestigio del presente e instaurar un nuevo saber que termine siendo aceptado y, por consiguiente, “normalizado”, evitando así todo cuestionamiento sobre su razón de ser.
La redefinición de una normalidad a una “nueva normalidad” puede ser utilizada por distintos poderes sociales para diseñar o rediseñar gestos, lenguajes y conductas con propósitos de control.
Una crisis sanitaria que limita la normalidad social, es, en todo caso, tanto el escenario como la excusa perfecta para restringir, manipular y reprimir todo desarrollo individual y colectivo a través de la trampa retórica del distanciamiento social, que es esgrimida como consecuencia de restricciones sanitarias de bienestar.
Es sumamente cuestionable y hasta deplorable que un país realice una apertura masiva de prácticamente todos los sectores de la actividad humana, salvo el educativo. ¿Será acaso una maniobra para controlar aún más a la población, limitando los procesos de aprendizaje?
¿Qué significado tiene entonces un concepto como el de “nueva normalidad”?
Se tiende a nombrar a esta realidad distópica como algo anormal. Por ende, la sociedad añora retornar a su antiguo estilo de vida. Sin embargo, a excepción del uso de las mascarillas e implementos de bioseguridad, ¿consideramos normal un estilo de vida acelerado, consumista y superfluo?
Cualquier cosa puede normalizarse o desnormalizarse. Ya nos ha demostrado la historia que hasta los horrores más grandes pueden normalizarse. Es un juego ideológico en el que ser vencedor la agrupación que logre imponer sus ideas ante las masas para establecer sus criterios sobre el deber ser, salvaguardando sus intereses.
La COVID-19 llegó a nuestras vidas para generar cambios. La devastación causada no debe haber ocurrido en vano. En estas circunstancias, aludir a una nueva normalidad y proseguir con prácticas del pasado, es todo menos una nueva normalidad. Sería seguir viviendo más de lo mismo, pero de forma más tóxica.
La frase “ nueva normalidad” es una trampa retórica con probables fines de control. Las grandes mayorías consideran que el mundo regresará a su estado natural a través de las jornadas masivas de vacunación, que ofrecen la inmunización necesaria para poder retornar a la interacción social. Lamentablemente, las vacunas por sí solas no traen consigo una mejora ética y moral, e incluso, un cambio actitudinal frente a la vida, en lo individual y en lo colectivo.
La normalidad es la norma. Es lo establecido, lo rutinario, lo monótono que incita a un proceso cíclico de conducta. Querer regresar a un periodo de tiempo mal llamado “La normalidad” es pretender que podemos seguir viviendo con los excesos y las extralimitaciones de un reciente pasado.
El autor es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación


