El pensamiento objetivo de que la mujer no es el único objeto pasivo de una relación abusiva, no es directamente proporcional a una mente que trabaje contra la igualdad y equidad. Es exactamente lo contrario. Es imperante que se proteja a las mujeres víctimas del maltrato sin dejar de lado a los hombres objeto de violencia.
Hoy por hoy los movimientos feministas no escuchan ni investigan la realidad objetiva, solo buscan pruebas de misoginia, se anticipan sin querer mirar el fondo de la herida. Desde la perspectiva de género nos dicen que la mujer tiene el mayor riesgo de sufrir abuso, lo cual no es cierto, pues el hombre tiene el mismo riesgo y también merece cuidado y comprensión. Resulta terrible vivir en una sociedad en que grandes instituciones que defienden los derechos humanos se nieguen aprender sobre las dificultades y problemas de los varones, sin un gramo de empatía, insistiendo en que las mujeres son las víctimas reales.
La perspectiva de género nos ha enseñado, entre otras cosas, que las mujeres y los hombres han aprendido determinadas ideas sobre su identidad y sus relaciones con el mismo o distinto género y actúan conforme esas ideas. También señalan que los varones han asimilado creencias de fortaleza, dureza, supresión de sus sentimientos y así actúan; por esto su sentido de valía social es mayor que el de las mujeres, lo que explicaría en gran manera el poder masculino tiránico con sus graves consecuencias.
Esto representa una visión simplista de la violencia, la punta del iceberg, por lo cual urge el diseño de un proyecto nacional que permita la investigación de modelos que explican de manera realmente científica la violencia no solo en el ámbito de las relaciones de pareja, entendiendo que esta problemática es multifactorial. Si queremos erradicar la violencia debemos incluir a los hombres en la ecuación que solucionará el problema.
Por último, me permito reproducir parte de las palabras que expresó en su momento el Dr. Philippe Lamy, representante de la OPS/OMS, en Costa Rica: ‘...Reconocer que la violencia es aprendida y que por lo tanto es posible e imperante erradicarla, implica promover el desarrollo de una masculinidad basada en nuevos patrones de la relación y comunicación entre hombres y mujeres, en los que predomine el equilibrio de poderes y responsabilidades. Esto constituye una premisa y, a la vez sin duda, un enorme reto para que la población disfrute del pleno bienestar físico, psicológico y social, para que mejoren las oportunidades de desarrollo social...’.
El autor es psicólogo clínico y forense
