Dice Gustavo Martín Garzo que hay palabras del día y palabras de la noche. “Las palabras de día tienen que ver con lo que somos, con nuestra razón, nuestras obligaciones y nuestra respetabilidad; las palabras de la noche, con la intimidad, con el mundo de nuestros deseos y nuestros sueños”. En estos momentos de alarma sanitaria parece que las palabras del día son las que nos están ayudando a sobrevivir. Son las palabras de la ciencia, de la razón, del juicio, de la verdad. Son las palabras del conocimiento, la conciencia, el saber; las que nos pueden sacar de la oscuridad.
Pero, al mismo tiempo, hay regiones que la razón no alcanza y donde los dictados de la ciencia no tienen efecto y es por eso que las palabras de la noche también son necesarias. Son las palabras que hacen que el carnaval de la vida tenga sentido. Palabras como incertidumbre, miedo y muerte tienen cierta perspicacia y han llegado para decirnos algo. Nosotros sabemos que las palabras denotan y connotan la realidad, pero muchas veces las subestimamos. Pensamos que nunca nos harán falta o que no tienen nada que ver con nosotros. Esas palabras nos vienen a decir, históricamente lo han hecho, que somos tan frágiles como una hoja.
Nuestro nihilismo y ese individualismo exacerbado y materialista nos alejó de la naturaleza de las palabras. Palabras como solidaridad, comunidad y cooperación, que hoy abundan en el discurso oficial, necesitan ser repensadas y tomadas verdaderamente en serio por la colectividad. Deben ser rescatadas porque otras, como la palabra “decadencia”, van a terminar conquistando la vida. La palabra “pobreza”, por ejemplo, tan antigua como la humanidad, va a terminar siendo parte de la cotidianidad, porque ella no solo alude a lo material, también es espiritual, y gran parte de la humanidad se ha acostumbrado a vivir una vida empobrecida en muchos sentidos.
Una palabra que en la actualidad se nos presenta como una bandera es “resistencia”. Usualmente es una palabra que tiene relación con las causas sociales. Es todo lo opuesto a la palabra “resignación”. No podemos rendirnos, porque resignarse ahora mismo es darle la espalda a la vida y a la humanidad. También debemos reflexionar en las formas de resistencia que necesitamos para vencer. Resistir a la tentación de destruir, resistir a desperdiciar las cosas importantes; resistir al culto del “yo”; resistir al imperio de la codicia que nos deshumaniza e incomunica.
Otra palabra que debemos tener en cuenta es “cautiverio”. Estos días de cuarentena y encierro deberían de servirnos para reflexionar en las formas de cautiverio a las cuales estamos sometidos tanto hombres como mujeres como sujetos históricos y socioculturales. Esta mirada a los cautiverios la expuso magistralmente Marcela Lagarde en un libro dedicado a la antropología de la mujer. Hoy día hasta los hombres somos presos de formas de cautiverios que no imaginamos. Uno de ellos es ese narcisismo que nos impide ser solidarios y tolerantes. Estamos cautivos de una vanidad que nos ciega para reconocer al otro, como si la vida fuera un enorme espejo que nos duplica solo a nosotros.
Debemos aprender a darle un sitio especial a ciertas palabras de la noche y del día, en estos tiempos en que la humanidad está amenazada por nuestra arrogancia. Las palabras de la ciencia, y no solo de la medicina, también las palabras de las ciencias sociales; porque las ideas en estos momentos nos están haciendo falta. La reflexión de por qué nos está pasando esto desde la percepción poética del mundo y la intuición, son las palabras que nos devuelven la ilusión y la esperanza, aquí y ahora.
Pienso en esas palabras que, como raíces, se hunden en la tierra. La palabra “esperanza”, por ejemplo, tiene alas, pero no puede volar por sí misma. Necesita que cuidemos de ella. Allí hay otra palabra con raíces: la palabra “cuidar”. Es una palabra llena de connotaciones y tensiones. Saber qué cuidar es ahora imprescindible. Hoy descubrimos que cuidando al otro nos cuidamos a nosotros. Y esa palabra “otro” , también nos llama. La palabra “abrazo” nunca nos había hecho tanta falta y hoy la reconocemos gracias a palabras como “distanciamiento social”. Tendremos que elegir, de una vez por todas, cuidar palabras como “humanidad”, “naturaleza” y “cuerpo”. Nosotros tenemos la última palabra.
El autor es escritor y encargado de la Oficina de Promoción de la Lectura de MiCultura
