WASHINGTON, D.C. Panamá es un país que poco se acuerda de sus ciudadanos en el extranjero los que vivimos en lo que algunos despectivamente tildan de auto-exilio, pero el desprecio no es recíproco. Aquí en Washington (como en otros lugares) hay una comunidad pequeña pero vibrante de panameños que diariamente encuentra la manera de expresar su nostalgia por nuestro rinconcito del mundo. Washington hasta tiene su propio conjunto de bailes típicos, que celebra su amor por Panamá con cada tamborito, punto, y cumbia atravesada que ensaya en un enero frígido o presenta ante algún auditorio de personas que jamás han viajado al istmo.
Les relato esta anécdota: El lunes pasado me dirigía hacia un evento de panameños aquí en Washington y no encontraba la dirección. En eso vi pasar un carro con una bandera de Panamá en el parabrisas; como dispuse que ese conductor se dirigía al mismo evento que yo, lo seguí y me le estacioné al lado. Así conocí a un amable panameño que me dijo que él y su esposa tienen 32 años de vivir en Estados Unidos y que ambos irán a Panamá para el centenario. Encontré conmovedor no solamente que esta pareja quiera presenciar las celebraciones del centenario, sino también que 32 años de vivir lejos del país no hayan opacado su deseo de llevar un banderita panameña en el carro.
El evento al que me dirigía esa noche era, precisamente, una cena de la comunidad afro-panameña en Washington para celebrar el centenario. Con mucha emoción (y apoyo de la embajada panameña), la celebración incluyó una exhibición de arte panameño, bailes típicos, regalitos, y una larga lista de oradores panameños. La profesora Leticia Thomas Brereton autora del Dictionary of Panamanian English hizo una exposición interesantísima de la contribución afro-antillana a la historia de Panamá. Sin nuestra sangre, sudor y lágrimas, Panamá no sería lo que es hoy día, señaló Brereton, lamentando que esa contribución no es reconocida en los textos panameños de historia.
Otro evento aquí para celebrar el centenario fue que la embajada organizó la participación en el Festival de Cine Latinoamericano de Washington, con dos cortos de la serie El abuelo de mi abuela. Me emocioné enormemente al ver que uno de los filmes presentaba a la familia Justavino, de Bocas del Toro, familia muy querida para mí. Otros panameños aquí me dijeron que ellos también se habían emocionado con las vistas de Bocas de Toro y Portobelo que recordaban de su niñez.
La semana pasada, al clausurarse Panama Week, la embajada tuvo una recepción muy lucida para celebrar el centenario. El embajador Roberto Alfaro, y su esposa, Roxana Ameglio de Alfaro, vestidos con camisilla (él) y basquiña (ella) recibieron a sus huéspedes, y se ofreció un buffet típico que incluía arroz con coco, ropa vieja, huevitos de leche, y más. Los huéspedes reaccionaron con gran emoción al ver a las empolleradas que daban la bienvenida en la entrada, los bailes típicos y los recordatorios del centenario.
También, con el apoyo de los diplomáticos panameños aquí, se ha organizado una despampanante exhibición de Cien años de pintura panameña que se presentará en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de noviembre a enero. La exhibición incluye las obras de 25 artistas panameños, entre ellos Guillermo Trujillo, Brooke Alfaro, Roberto Lewis, Coqui Calderón y Olga Sinclair. Los curadores son Félix Angel, del BID, y Mónica Kupfer, de Panamá, quien dictará una conferencia sobre la pintura panameña. Angel me explicó el viernes que la selección de los artistas se hizo mediante una encuesta entre 50 intelectuales panameños, a quienes se les pidió que nombraran las técnicas artísticas predominantes en Panamá y que citaran a los 15 artistas panameños más importantes de los últimos 100 años. De allí salió a relucir que la pintura ha sido la técnica de más fuerza en las artes panameñas y de allí salieron los nombres de los 25 pintores más significativos del primer siglo de historia panameña.
Pero no todas las celebraciones del centenario en Washington son de glamour diplomático. Más modesto, pero no menos conmovedor, es el esfuerzo de un grupito de panameños en Maryland que desde marzo ha estado recogiendo centavos para hacer una donación al Hospital del Niño; la entregarán cuando viajen a Panamá para el 3 de noviembre. La organizadora de este lindo proyecto es Lidia Gaskin de Knight, quien me dijo con sencillez que Panamá es mi patria y siempre la llevo en el corazón.
Eso lo dice todo.