La verdad, en las últimas dos semanas, sobran temas para escribir. Pensé hablar del "efecto Mariano" pero ya Panamá decidió que nuestra estrellita se estrelló al negarse a representarnos. Sin importar la excusa, es evidente que "la fama" le queda grande a algunos. Quise comentar la manera cómo se ignora un fallo de la Corte Suprema y se siguen cobrando "recargos" a médicos para permitirles trabajar pero no era buena idea, porque me acusarían de "falta de objetividad". Del viaje a Punta del Este parece que solo resta aceptarlo como un regalo a nuestra agotada primera familia, aparentemente cortesía de los contribuyentes panameños para que luego no digan que no se les quiere. Y por último, me niego a escribir sobre las tarifas eléctricas porque siento que cada clic, es un centavito más para estas empresas que han encontrado un Shangrilá poblado de tontos que les pagamos por exprimirnos.
Dicho esto, me decidí por el tema de los exámenes profesionales para los médicos que ejercerán en nuestro país. Y para eso, usaré de ejemplo a un personaje legendario a quien llamaremos (para proteger a los ignorantes) Sandalio. Todos los médicos hemos conocido a algún Sandalio. Es una persona que su ignorancia médica produce todo tipo de anécdotas e historias las cuales, muchas veces, recaen en este personaje aunque no todas provengan de él mismo, sino de algunos de sus colegas de ignorancia (porque son demasiados). Famoso cuando Sandalio se "echó al hombro" y le daba palmaditas en la espalda a un bebé prematuro a quien le ordenaron le sacara los gases (refiriéndose por supuesto a la prueba de gases arteriales). A Sandalio le mandaron hacer un lavado gástrico y lo hizo con una solución de jabón quirúrgico ocasionando que el paciente vomitara dos días seguidos. Sandalio golpeó en el pecho a un paciente dormido porque en el monitor cardíaco vio una línea plana (el paciente estaba desconectado porque ya tenía salida). Lo más terrible es que Sandalio siempre aprobó sus rotaciones hospitalarias pues "lo pasaban" para asegurarse que nunca volviera por allí. Y así, pasaríamos horas hablando de las historias del amigo Sandalio.
De aquí el punto de hoy. Es imprescindible que en nuestro país se haga un examen que garantice un mínimo de conocimientos entre quienes pretenden ejercer la medicina. Nadie duda que todos aquellos que han completado la carrera, pasaron horas de insomnio, exámenes complejos y muchos sacrificios para llegar donde están. Pero eso, desgraciadamente, no es suficiente. Sabemos sobradamente que un diploma puede obtenerse de muchas maneras en muchos lugares. Con esfuerzo, copiándose del vecino, cediendo al acoso de profesores o pagando por uno que otro examen ofrecido en el "mercado negro". Además, tanto en Panamá como en otros países, hay cátedras donde la enseñanza es muy deficiente y está totalmente alejada de la medicina moderna. Y que nadie me venga con aspavientos por lo que digo, porque todos hemos escuchado aterradoras historias sobre estas irregularidades. De allí, la necesidad de tomar decisiones drásticas. Estas pruebas tienen que existir para garantizar la calidad de atención que se recibirá en Panamá y que se den tempranamente en la carrera antes de que algún Sandalio mate a algún contribuyente.
Según parece, el Ministerio de Salud ha cedido a las presiones de los estudiantes de medicina y algunos profesores (seguro que de los mediocres), para evitar el examen de certificación. Acepto que el cobrar por la prueba es difícil de justificar, pues, siendo requisito obligatorio, no debe depender de poder pagarlo o no. Tristemente, ni estudiantes ni profesores ni autoridades parecen entender que en el mundo competitivo de hoy es muy importante que se valoren los conocimientos y que se usen los mismos exámenes que en otros países (lo que explica la "contratación" del National Board of Medical Examiners) pues debemos compararnos objetivamente con el resto de la "oferta", usando los mismos parámetros. Mientras estas pruebas no existan, seguirá nombrándose a los que tienen más "palanca" y no a los más capaces. Pero, bueno, a fin de cuentas ellos mismos se quejarán en el futuro.
Muchachos, acepten un consejo: hay momentos en que hay que pensar responsablemente y entender que este tipo de medidas buscan mejorar la calidad de la profesión y no "fastidiar" a nadie. Sé lo que digo, porque siendo presidente de la Asociación de Estudiantes tuve que defender el concepto de estas pruebas ante mis compañeros. A algunos solo les faltó intentar un linchamiento público de quienes veíamos en esto una manera de garantizar una atención de mejor calidad. Hoy, muchos de esos que se oponían no ejercen la profesión por no haber podido demostrar su capacidad, siendo víctimas de concursos amañados y "palancas políticas".
Muchos pensarán, que para quienes llevamos años ejerciendo, estas pruebas nos "evitan competencia". Les aseguro que, a quienes defendemos la implementación de estas pruebas eso es lo que menos nos preocupa. El interés es que la madre o el padre de algún buen estudiante panameño, graduado en nuestro país, no sea tratado por un Sandalio amigo de algún ministro, que no tiene la menor idea de lo que es un enfermo ni de qué hacer con él.
