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Los libros del Dr. Cury

¡La verdad los hará libre! Así reza una frase memorable que ningún seguidor de Jesús debe olvidar y que hoy más que nunca se potencializa, entre otras cosas, gracias, a la maravilla de las telecomunicaciones y a publicaciones que estremecen porque desnudan y emplazan nuestra conducta diaria frente al evangelio de Dios.

Hace semanas que estoy sumergida y fascinada en la lectura de una serie de cinco libros que analiza la inteligencia de Cristo. Su autor, Augusto Jorge Cury, siquiatra, sicoterapeuta, científico, pensador de la sicología y de la filosofía, dedica su obra a "todos aquellos que intentan no ser víctimas del papel opresor de la historia, que buscan dar un sentido más noble a su vida e invertir en sabiduría en la sinuosa, turbulenta y bella existencia humana". Encantada estoy con la lectura de estos libros porque a través de ellos, el autor nos acerca a los sentimientos y pensamientos del hombre que hoy reconocemos como el creador de nuestra iglesia.

La primera obra del Dr. Cury, El Maestro de los Maestros, permite revelarnos la parte humana del ser que fue capaz de sacudir con su revolucionario pensamiento a su sociedad, que rompió parámetros sociales y fue capaz de generar, con sus ideas amor o rechazo. Nos recuerda que cuando Cristo abrió la boca, produjo pensamientos de inconfundible complejidad que fueron rechazados por el sistema político y religioso y, es a través de los pasajes bíblicos, que comprendemos el nivel de absoluta intolerancia que le profesaron por su osadía. Nos señala el psiquiatra Cury que con todo lo que vivió Cristo no se comportó como héroe, ni como antihéroe y, fue capaz de considerar el dolor de cada ser humano. Sabía que la enfermedad más profunda de la que padecemos es la ansiedad causada por nuestros íntimos problemas existenciales. Como maestro del amor y del diálogo, no había instante donde no mostrara su preocupación por la calidad de vida de sus allegados. Con ejemplos de la vida de Cristo, el autor nos muestra cómo para Él, no había diferencias de clases sociales, religiosas, políticas o intelectuales. No era elitista. En el libro El Maestro de la Emoción, nos recuerda que ante Cristo, todos eran seres humanos, con el mismo nivel de igualdad, respeto y amor. Rechaza la discriminación y en su inmenso proyecto de amor, todos, absolutamente todos tenían la misma jerarquía, la misma dignidad. El autor nos explica que Cristo fue un perturbador del orden social que hizo estallar la manera de pensar y de vivir de los hombres que constituían la cúpula de Israel. Él no tenía miedo de ser condenado a muerte, tampoco dudó en llamar hipocresía al maquillaje moralista de los fariseos, ni tampoco vaciló en ser drásticamente crítico del maquillaje social, de la falta de solidaridad y de la cárcel intelectual de las personas.

Esta serie permite analizar qué clase de enseñanzas hoy se hacen en nombre de Dios, quiénes practican las mismas y qué tan lejos o cerca está nuestra iglesia de luchar por ellas.

Y ¿a qué viene todo esto se preguntará usted? ¿Qué le ha pasado a Maribel con sus dos últimos escritos, No tengáis miedo y éste? ¿Estará enferma que ahora escribe sobre Dios? Afortunadamente, estoy bien de salud. Coincide mi lectura de los libros de Dr. Cury con la muerte del carismático papa viajero y la fascinación que me produce la extraordinaria cantidad de información que ha surgido sobre el futuro de nuestra Iglesia católica.

Hace 26 años, en el siglo pasado, cuando Karol Wotylja se convirtió en el papa Juan Pablo II, las interioridades, debilidades, fallas y fracasos del Vaticano estaban bien resguardadas, favoreciendo así el riguroso control eclesiástico sobre todo lo concerniente al manejo de la institución más poderosa del mundo de los católicos. Para muchos, la discusión sobre asuntos propios de quienes administraban la más importante Casa de Dios era impenetrable y hasta prohibida. Sólo basta observar la libertad como, ahora, se plantea y censura la preferencia de Juan Pablo II hacia el Opus Dei o el manejo obsesivo del Papa en el mundo informativo que, entre otros, cuestionó el escritor y periodista Camilo José Cela en su artículo Papa hasta en la Sopa (La Prensa, 10/abril/05 pág. 39ª).

Cientos de miles de seguidores, utilizando el mismo estilo riguroso que ha caracterizado a esta institución religiosa, han iniciado a través del Internet un debate abierto, interesante y, para algunos, hasta prohibido sobre distintos aspectos de la Iglesia católica. Hay artículos que muestran los extraordinarios años del carismático Karol Wotjla así como valientes publicaciones que se atreven a señalar los claroscuros de su pontificado.

La transformación política del mundo encaminada a derrumbar los muros del aislamiento y por ende del oscurantismo intelectual, por la cual apostó y dedicó años enteros Juan Pablo II sitúa, hoy, a esa misma iglesia en un vitrina donde lo inevitable está planteado. La agenda del debate está cerrada. Nuestra Iglesia se enfrenta a su examen más difícil. Se hace necesario preguntar y evaluar qué grado de compromiso real mantiene la iglesia con el fiel cumplimiento de los mandatos, enseñanzas y pensamiento del Cristo que leo en los libros de Dr. Cury.


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