Los anuncios hechos por algunas personalidades, respecto a su interés en contender desde ahora por el liderazgo opositor y, por derivación lógica, por la candidatura hacia la Presidencia en el 2009, no es extraña. Es más, para muchos ha sido una decisión demasiado demorada y que, por azares del destino, se desdibuja ante un momento nacional muy comprometido y difícil. Hablar de elecciones en estos momentos suena inoportuno y fuera de lugar y, peor aún, si estas intensiones son identificadas con los inconfesables apetitos de los jerarcas de los partidos políticos tradicionales.
Estos partidos, en su casi totalidad, han demostrado sus debilidades intrínsecas, su inoperante irrelevancia y su grave falta de liderazgo (por no decir de elemental protagonismo público) ante circunstancias y coyunturas como las actuales, en donde el futuro de la CSS y otros temas cruciales de la agenda del Estado son debatidos, en otras arenas y por otros actores. Hasta ahora, la partidocracia opositora ha sido reducida a ser un mero espectador, un patético "mirón de palo", atónito y menoscabado.
El autismo soberbio del poder gobernante ha sido "enfrentado" por los partidos tradicionales con un mutismo pasivo e insípido. Remontar su actual déficit de fiabilidad les tomará mucho tiempo y esfuerzos, aunque los politicastros tradicionales no lo admitan o no lo entiendan.
Por lo pronto, sí es saludable que se estén dando estos pasos y que la conciencia ciudadana vaya entendiendo que debe reexaminar con ojo crítico y estricto a quienes deseen abrogarse el derecho a representarla (al menos, parcialmente) o hasta a liderarla (eventualmente). Para expurgar el trigo del abrojo y de la abundante mala hierba. Porque en tiempos de podredumbre y vergüenza, florece el oportunismo y salen de sus cloacas toda clase de alimañas hambrientas de exposición e influencia. Su sola presencia demerita los esfuerzos honestos de la poca gente seria que sí desea retomar la lucha democrática correcta con altruismo y sentido patriótico, por rescatar al país de sus miasmas. Es triste, pero es así.
Equivocadamente, en aras a la mal llamada "unidad opositora", ya he escuchado a gente valiosa que piensa que hay que "aprender a tragar sapos" y a "tolerar el olor a descompuesto". Soy de los que creen que eso no es cierto. Que es mejor viajar solo que mal acompañado y menos cargando cadáveres políticos en busca de quién los resucite, a cambio de dinero y de burdos ofrecimientos para la próxima campaña. Hace unos meses atrás, le escribí a uno de los más sanos contendientes actuales a ese liderazgo opositor, diciéndole lo siguiente: "...Cuídese de algunos dirigentes desprestigiados de partidos ídem, que quieren ahora saltar a su plataforma para que usted les lave la reputación. Esa gente no ayuda, sino perjudica. Manténgalos a sana distancia...". Ojalá me haga caso. Quien desee liderarnos debe entender que estamos ante una nueva situación, con nuevos protagonistas y un escenario político y social en fluida recomposición. En medio de este caldo ebullente, los dirigentes opositores deberán recuperar vigencia y credibilidad ante la ciudadanía, mediante acciones inteligentes, cristalinas y rectas, cosa difícil de entender y de cumplir, para el común del político panameño. Y ese líder deberá aceptar que la realidad ha rebasado a la partidocracia opositora y que el abanico de sus contactos, de sus discusiones y de sus alianzas deberá abrirse hacia esas nuevas fuerzas sociales emergentes de la sociedad civil, si es que le interesa contender seriamente por el poder.
Luego de mis experiencias en la tres últimas campañas, estoy cada vez más convencido de que quien nos lidere debe ir dándole al país su visión desde ahora, su estrategia global para la Nación, más allá de lo meramente económico. Debe ir debatiendo y definiendo su proyecto de país en materia de criminalidad, corrupción, educación, servicios básicos, empleo, agro, salud, en fin, una visión factible y coherente sobre la agenda contemporánea para un Panamá en crisis. Ya basta de políticos chambones, acostumbrados al eslogan fácil y a las improvisaciones, que piensan que ganar una elección es solo esperar al desgaste del gobierno de turno y a matraquear consignas y promesas hueras después. A punta de tantos maltratos, este pueblo ya sabe discernir la verdad frente a la simple y corriente demagogia.
La escasez mental de muchos políticos, que desprecian o subestiman la preparación de sus equipos y planes para gobernar en serio, nos costó el pésimo gobierno que tuvimos que soportar hasta 2004 y el triunfo del PRD. Es imperioso que quien asuma el liderazgo opositor tenga un equipo de análisis competente, que responda ante él y no a los partidos que le apoyen. Que este equipo técnico funcione monitoreando y generando respuestas rápidas ante el accionar divisionista del poder incumbente, sin darle tregua ni cuartel. Y que estos colaboradores le apoyen en la definición consensuada de un proyecto coherente de país, viable y justo.
A un año de mandato del régimen actual, la bancarrota de su propuesta es evidente. Frente al descontento y cuestionamiento generalizado hacia el gobierno, nuestro "líder" tiene que demostrar su calidad con ideas y acciones, a la vez que ir recomponiendo la esperanza ciudadana en la democracia y en sus instituciones (y no me refiero a partidos). Tal vez esa es su mayor responsabilidad, el salvaguardar lo que tanto nos costó recuperar: la fe en la maltratada, abusada y martirizada democracia panameña.