La invasión a Panamá por el ejército más poderoso de la Tierra –las Fuerzas Armadas estadounidenses- hace 30 años estuvo precedida por una visión geopolítica, geo comercial y geo militar en la que el Canal de Panamá, hoy como ayer, reviste una singular importancia en la cadena de la realización de la mercancía, y como punto estratégico en el nuevo orden económico internacional (nuevo reparto comercial del mundo). Por ello, no nos debe extrañar que, además del Tratado del Canal de Panamá, que cumplió su término hace veinte años, los Estados Unidos de América también pactara con la República de Panamá el tratado de neutralidad permanente, vigente. Como tampoco es posible desvincular estos hechos, del carácter imperialista de la nación del Norte y, en consecuencia, de sus intereses globales.
Como se recordará, dos meses antes de la invasión estadounidense del 20 de diciembre de 1989, el mayor de las Fuerzas de Defensa, Moisés Giroldi Vera, propicia un conato del golpe militar durante el cual retuvo al general Manuel Antonio Noriega por varias horas en las oficinas de la Comandancia del Cuartel Central de la avenida “A”. Período de tiempo durante el cual “negoció” con los militares norteamericanos acantonados en las bases militares en las riberas del Canal para que apresaran al general Noriega.
¿Por qué los militares norteamericanos no procedieron a capturar a Noriega en aquella ocasión, acusado de narcotráfico en juzgados estadounidenses y así evitar el crimen de lesa humanidad cometido por las hordas invasoras aquel 20 de diciembre de triste recordación? Sencillamente, porque el objetivo principal no era llevarse al señor Noriega, sino la destrucción material de las Fuerzas de Defensas de Panamá para poder constituirse ellos –los gringos- en las fuerzas armadas únicas y “permanentemente” garantes de la neutralidad del Canal de Panamá.
Es muy probable que la mayoría de los panameños ignore –por aquello de la “codificación del pensamiento” aducida por el poeta Pedro Rivera- que el 7 de septiembre de 1977 en Washington no solo se suscribió el Tratado del Canal de Panamá cuya vigencia cesó el 31 de diciembre de 1999; sino también el convenio denominado “Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal y el Funcionamiento del Canal”, pactado a perpetuidad.
De dicho tratado, dijo el General Omar Torrijos, jefe de Gobierno en aquella ocasión, citando la carta enviada por el Secretario de Estado John Hay al Senador Spooner: “Señor Presidente de los Estados Unidos…usted y yo sabemos muy bien cuantos puntos hay en este tratado que todo patriota panameño objetaría” y agregó: “Estimado presidente Carter…quiero manifestarle que este tratado… no cuenta con un total consenso de nuestro pueblo…porque estamos pactando un tratado de neutralidad que nos coloca bajo el paraguas del Pentágono..” Instrumento de Derecho Internacional que establece en el artículo V lo siguiente: “Después de la terminación del Tratado del Canal de Panamá solo la República de Panamá manejará el Canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional”.
Para convertir en “letra muerta” esta disposición del Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá, -diez años antes- el ejército más poderoso de la Tierra, como “luciérnagas de la noche”, como ladrón que viene a matar y no dejar piedra sobre piedra, procedieron con la invasión, cuyo propósito fundamental, además de experimentar nuevos equipos y armas sofisticadas, fue la destrucción y desmantelamiento de facto de las Fuerzas de Defensa de Panamá. La captura de Noriega fue la excusa, el pensamiento “codificado” en el imaginario nacional, por el imperialismo norteamericano, para justificar la sevicia del crimen cometido contra el inerme pueblo panameño.
De manera que el 20 de diciembre tiene dos significados diferentes. Para el “Norte revuelto y brutal”, “just cause” constituye, sin lugar a dudas, la reafirmación de sus intereses estratégicos. Para los patriotas panameños un nuevo reto, una nueva tarea en el “alpinismo generacional” del perfeccionamiento de nuestra independencia y soberanía nacional: ¡Luchar! por la abrogación del Tratado de Neutralidad Permanente del Canal de Panamá y porque se declare la neutralidad en la totalidad del territorio de la República de Panamá. ¡Así de sencilla es la cosa!
El autor es abogado y analista político
