1968 fue el año en el que se enjuició políticamente y se condenó a un presidente en ejercicio; año de dos presidentes cuyo reconocimiento legal fue dirimido en un juzgado municipal; año en el que triunfa el candidato de la oposición Arnulfo Arias; año en que la composición final de la Asamblea Legislativa no era conocida en la víspera de la ascensión presidencial; año en el que se violaron las libertades constitucionales y se produjo un golpe de Estado tras solo 11 días del ejercicio; año en que los militares se toman el poder directamente sin subterfugios ni hombres de paja que los representaran.
1968 fue un año excepcional, un hito en la historia política del país; año en el que quienes vinieron nuevos, le achacaron todos lo malo ocurrido durante toda la vida del país; año y fecha calendario erigida en símbolo de un nuevo Panamá sin la égida funesta de los políticos; año símbolo de la liberación a toque de fanfarria en alabanza a los nuevos inquilinos del palacio procedentes de los cuarteles de la Avenida A.
1968 fue todo eso, pero hay más. No todo fue malo, corrupto, desbocado, contradictorio.
Es cierto que 1968 fue un año de diatribas, deslealtades y de acusaciones infundadas, pero también fue un año de grandes amigos, de mujeres y hombres de palabra, de posiciones firmes no claudicantes.
Es injusto referirse a 1968 sin reconocerlo como el año en que participaron tantos jóvenes de talento y disposición de trabajo político, tradicionalmente marginados de los partidos de dueños, donde los cargos de elección y sus postulaciones eran el patrimonio de una clase socioeconómica excluyente de las aspiraciones populares.
1968 fue un año de luchas contra el poder de los partidos y sus dueños; año en el que se escogió como candidato del partido mayoritario del gobierno a quien ganara su postulación en plebiscito donde se dio la oportunidad de votar a todos sus adherentes -ejercicio que hoy llamamos primarias- y no en la forma tradicional de ser el escogido por unos de dentro de ellos.
1968 fue un año de propuestas, de precisiones del quehacer de futuro alejado de la retórica vacía usual del ser político, el año de planes basados en diagnósticos profundos de la realidad nacional y de compromisos de cambiar esquemas históricos de reparto y control del patrimonio público en contra del querer de las mayorías.
1968 fue el año en que David Samudio Avila, el ingeniero, el planificador, el político del partido de la bandera roja presentó su candidatura, el año en que el líder político liberal interpuso los intereses de su país frente a los propios, al emprender reformas de modernización del Estado adversadas por los grupos económicos; el año en que presentó al electorado un plan de gobierno que se comprometió a cumplir basado en realidades y no en buenas intenciones.
1968 se convirtió en semillero de futuros políticos y de funcionarios responsables que hoy vemos en distintos partidos políticos, cuya participación en política fuera alentada por el contenido de su mensaje. Mujeres y hombres que recuerdan el estribillo de campaña de "Viva Samudio" cantado por niños al son de Viva la gente.
No es justo decir que todo lo anterior a 1968 fue malo. Eso sería descalificar todo lo actuado, la década del más alto crecimiento económico que hoy quisiéramos tener; olvidar 1964 sería olvidar también el rompimiento de relaciones por parte del presidente de la dignidad y las jornadas por la soberanía, la constitución del IRHE, la hidroeléctrica de La Yeguada y el inicio de la del Bayano, el IDAAN, la planificación y la siembra de escuelas, el Banco de Crédito Popular, la Reforma Tributaria y el impulso a la Reforma Agraria, la continuación de la Interamericana, el inicio de la carrera administrativa y la construcción de San Miguelito.
Recordar solo lo malo de 1968 es caer en el juego de quienes hablaron mal de los políticos, pero quedaron actuando peor que el peor de ellos.
Aprendamos de 1968, de sus excesos y virtudes. Por lo pronto, yo continuaré votando bandera roja para todas las posiciones de elección, tal como lo he hecho todos los años de mi vida política activa.
