El racionalismo individual se basa en las decisiones que tomamos cada uno en nuestro diario vivir, en ocasiones sin la debida intención medimos el costo de oportunidad buscando lo que nos conviene, basado en el costo y beneficio de las opciones con que contamos. Dichas decisiones individuales en la búsqueda continua del bienestar corren el riesgo de perder el sentido cuando nos referimos al proceso de toma de decisiones tanto en las empresas como en los colectivos políticos.
En las investigaciones de psicología social sobre las condiciones que influyen tanto en el proceso de toma de decisiones como en sus resultados se ha observado la carencia de procedimientos metódicos que no evalúan correctamente los procesos ni alternativas en el alcance de una mejor opción. Sobre todo aquellas decisiones en grupos fuertemente homogéneos, cohesionados que no cuentan con una estructura de responsabilidades asignadas. Pareciera ser que se valora más la coincidencia y la unanimidad que el rigor y la objetividad.
Uno de los seguidores del tema, profesor de Berkeley, Irving Janis, analizó decisiones políticas que no alcanzan los beneficios esperados, el autor basó su explicación en los estudios del ataque de Pearl Harbor (1941), la Bahía de Cochinos (1961) y La Guerra de Vietnam (1964 y 1967).
En términos académicos el fenómeno es denominado “groupthink” o “pensamiento grupal” y se aplica cuando se trata de suprimir la disidencia por la armonía del grupo; el término tiene mucha aplicación en distintos campos donde la presión de un dogma o una ideología pretende tener la razón absoluta.
La realidad en que vivimos depende de las distinciones que establezcamos para interpretarla, si no existe una interpretación objetiva y se censura para evitar críticas posiblemente se esté padeciendo de conformidad social. Esto ocurre cuando los equipos se sobreestiman generando una burbuja de optimismo “extremo”, lo cual lo puede llevar a una toma de decisión incorrecta.
Un equipo de béisbol puede confiar demasiado en sus integrantes, haciendo caso omiso de consejos externos, subestimando al adversario y descuidando tanto la preparación como la motivación de cada una de sus piezas en este rompecabezas, lo cual puede generar un exceso de confianza en el colectivo incidiendo en su rendimiento.
La ilusión compartida de la unanimidad ocurre cuando surge la presión a aceptar el pensamiento de la mayoría, siendo de mal gusto que algún integrante del equipo argumente en contra del grupo, ¿Acaso el desacuerdo es una deslealtad?
Recordemos que el éxito de las organizaciones depende mucho de la manera en que se toman las decisiones, por lo que como diría mi madre, es mejor prevenir que lamentar. Se propone motivar a los miembros del grupo a evaluar de manera crítica, asegurando una evaluación objetiva de los cursos de acción y planes de contingencia.
Quien supone ser líder no debería imponer sus argumentos al momento de pedir consejo a sus asesores, por lo que es necesario otorgar la oportunidad de debatir libremente los temas consultando a expertos con la finalidad de que la experiencia logre enriquecer en todo momento las ideas.
