¡Qué lástima que exista la maldad en el hombre! No, no busques la maldad en los demás. Haz un viaje a tu interior y descubrirás que ese sentimiento negativo, contrario a la divinidad, que ves en los demás, vive en ti y, lamentablemente, no está solo, pues como un monstruo tenebroso da vida a toda una legión de yoes, como lo son la calumnia, la injuria, la cólera, el odio, el rencor, el desprecio, los cuales envenenan tu ser, salpican a unos y a otros haciendo daños irreparables.
Si no eres consciente de esta situación, mucho menos lo serás para saber que todos los seres vivos formamos parte de un todo y que nadie en su sano juicio haría daño a otros, porque a la larga te lo harías a ti mismo. Dolorosamente, el hombre también desconoce los efectos de la Ley de Causa y Efecto —la Ley del Karma. Como un bumerán que al arrojarlo regresa hacia ti, de igual manera, todo el daño que haces a tus semejantes regresa a ti causándote dolor.
Con tu manera de proceder vas formando una montaña de acciones negativas que se convierten en tu "karma" y, tristemente, en el karma de tu familia, la cual se va cubriendo de una nube densa y oscura que no da lugar a que la luz radiante del Todopoderoso penetre en ella. Y… te arrancarás el alma cuando uno de tus seres queridos afronte una situación difícil y dolorosa, precisamente a causa de tus malas acciones. En esos momentos, clamarás a Dios, pero ¿qué tendrás en tus manos para ofrecerle? ¿Tu maldad? Ten presente que Él ya no podrá hacer nada por ti porque tú mismo has quebrantado la Ley Divina y tendrás que pagar por tus errores. Al manifestar tu maldad, ¿sientes alegría, gozo, regocijo, paz y amor? ¿Te sientes satisfecho por cuanto haces?
Quizás no estés dispuesto para prestar atención a cuanto aquí hemos expresado, pero date la oportunidad de reflexionar y, cuando hayas madurado espiritualmente, permite que crezca en ti la chispa divina que llevas dentro y que trajiste al mundo cuando Dios te dio esta oportunidad de vida.
