¿Sabía usted que el algodón que arrojamos en cualquier esquina o basurero, luego de practicarnos una extracción o prueba de sangre, es un desecho hospitalario que no debemos tirar al piso?
El manejo de los desechos hospitalarios es ciertamente una responsabilidad que compete al Estado, a través de las autoridades de salud, pero esta delicada tarea involucra a su vez diversos actores cada uno con responsabilidades específicas, desde el tratamiento en las instalaciones hospitalarias donde se generan, hasta su disposición final.
Es así como este proceso se convierte en una responsabilidad compartida que alcanza tanto al personal médico como a los trabajadores manuales que manipulan los desechos dentro de la instalación de salud, hasta los encargados de transportarlos a su destino final, llámese municipio o empresa privada. Cada uno con su rol bien definido, pero muchas veces no entendido o tal vez, desconocido.
Según estudios epidemiológicos en Canadá, Japón y Estados Unidos, los desechos infecciosos de los hospitales han sido causantes directos en la transmisión del agente VIH que produce el sida, y aún con más frecuencia del virus que transmite la hepatitis B o C, a través de lesiones causadas por agujas y otros punzocortantes contaminados con sangre humana.
Para una mejor comprensión de lo que tratamos de exponer, es necesario precisar qué se considera desechos sólidos hospitalarios (DSH) aquellos que se generan en los centros de atención de salud durante la prestación de servicios asistenciales, incluyendo laboratorios. De éstos hay que distinguir, de forma especial, los que son desechos peligrosos y que se refieren a los que de una u otra forma pueden afectar la salud humana y el medio ambiente.
Todos los establecimientos que prestan servicios de salud humana o animal, pueden producir DSH, lo importante aquí es el manejo que se les da a los mismos, ya que su potencial peligro aumenta al mezclarse con los desechos comunes, debido a una separación inadecuada.
El principal riesgo que implican los DSH es de producir accidentes que pueden transmitir infecciones entre los trabajadores, los pacientes y las comunidades que entran en contacto con ellos. Y este riesgo está presente tanto durante los procedimientos de asistencia a pacientes, como durante el proceso que continúa el personal técnico y de limpieza para la recolección, acumulación y disposición final de los mismos.
Por ejemplo, la práctica de arrojar los residuos hospitalarios a vertederos junto con los desperdicios municipales, crea un grave riesgo para la salud de los rebuscadores de basura (pepenadores), la salud pública en general y el ambiente.
Es aquí donde entra la importancia del Programa de Manejo de Desechos Hospitalarios a cargo de las autoridades de salud y que estuvo en una especie de letargo por espacio de varios años, durante los cuales se relajó el tratamiento que se le da a estos residuos, incluyendo la falta de vehículos especiales para transportarlos.
El reglamento para la gestión y manejos de los desechos hospitalarios en el país se promulgó en julio de 1999, mediante Decreto Ejecutivo Nº. 111.
El programa hace énfasis en una estricta fiscalización para que en cada centro médico y hospitalario del país existan las adecuadas infraestructuras que faciliten el manejo interno de los DSH; igualmente, que su transporte se haga en los vehículos adecuados y la disposición final cumpla con todas las normas de seguridad.
Por lo tanto, es importante que antes de arrojar un algodón al piso o de tirar una aguja, jeringa, objetos punzocortantes, fármacos vencidos u otros residuos de curaciones junto a la basura común, nos detengamos a pensar que este es un desecho hospitalario y que nuestra responsabilidad es contribuir con su adecuado manejo y tratamiento. En la medida que así lo hagamos, estaremos ayudando a reducir las probabilidades de accidentes que podrían derivar en enfermedades serias como el sida o hepatitis B, o incluso, adquirir una infección nosocomial, como tuberculosis, tifoidea u otra, evitables con un manejo adecuado de los desechos hospitalarios.