RECONOCIMIENTO

Los marginados de la historia nacional: Alberto Valdés Tola

Causa curiosidad observar cómo en estas fechas patrióticas se destaca el espíritu nacionalista por medio de la exaltación de la historia. Esta, lejos de ser un compendio exacto sobre eventos y personajes importantes de nuestra historicidad como nación, no representa más que la historia oficial y, por ende, al tiempo que reconoce ciertos aportes de las élites, desconoce el rol de otros grupos sociales y humanos históricamente marginados y excluidos, no solo de las crónicas de la nacionalidad, sino de toda influencia en el devenir del istmo.

Por esta razón, las clases populares, los indígenas, los afrodescendientes y las mujeres casi no figuran en la historia local, salvo por algunos incidentes muy destacados, como el de Urracá que se rebeló contra los conquistadores españoles y, el de Victoriano Lorenzo, quien combatió contra los conservadores en la Guerra de los Mil días. Fuera de estos grandiosos ejemplos, que son en realidad hitos de la historia istmeña, no se ha logrado visibilizar el destacado rol histórico que han tenido, más allá de incipientes reconocimientos, al margen de su verdadera significación histórica.

De esta manera, la memoria de la Revolución Tule (Guna Yala); el indómito rey indígena Quibián (ngäbe-buglé), que luchó contra los conquistadores españoles; la rebeldía libertaria de los negros cimarrones exaltados por Bayano y Felipillo contra el régimen esclavista de los españoles y criollos; los casi olvidados 21 fulgores de la separación de Colombia a lo largo del siglo XIX que, a pesar de haber sido fallidos todos ellos, vale la pena recalcarlos en el imaginario nacional como los primeros indicios de un espíritu nacionalista por parte de la población istmeña.

El rol significativo que tuvieron los inmigrantes, en general, no solo en la construcción del ferrocarril transístmico y, luego, con la del Canal interoceánico, sino en la misma constitución étnica de nuestra nacionalidad; la que se evidencia como un crisol variopinto de expresiones humanas únicas en el imaginario antropológico y sociológico de Latinoamérica.

Aunque han tenido cierto reconocimiento histórico, las mujeres, como Rufina Alfaro (con su primer grito de independencia), Amelia Denis de Icaza (como poeta), María Ossa de Amador (con la confección de la primera bandera), Sara Sotillo (como excelsa educadora y feminista); y gran parte de las figuras femeninas no solo han quedado en el anonimato, sino que su participación en el proceso de constitución de la historicidad de la nacionalidad panameña, ha quedado casi completamente en el olvido.

De esta forma, aprovechemos la coyuntura de las fiestas patrias para reflexionar sobre estos marginados de la historia nacional, cuya única falta fue no haber escrito literalmente las páginas de la historia oficial, sino que fueron los verdaderos promotores pragmáticos de los hechos y procesos sociohistóricos de nuestra historia. Lo que debería llevarnos a pensar, que esta última, no se remite solo a personajes clásicos (próceres, pensadores, poetas, etc.), sino al esfuerzo y sacrificio de todo un pueblo, que ha edificado lo que hoy es Panamá.

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