Nuestros memes y una cultura de impunidad

Muchos panameños han expresado su repudio a la agobiante corrupción que afecta a nuestra sociedad. Algunos, basándose en reglas básicas de convivencia y otros en intereses personales o políticos, condenan duramente al mal que nos aflige. Yo trato de comprender nuestro problema utilizando las herramientas de mi profesión.

Alcanzar el beneficio personal, familiar o del clan por encima del interés colectivo es un instinto básico de la naturaleza humana. Es posible que este instinto se encuentre regido por la expresión de genes ancestrales, presentes en todos nosotros, que fueron determinantes para nuestra supervivencia en el violento e inhóspito comienzo de la humanidad. Una visión extrema de este fenómeno la propuso Richard Dawkins, en su libro The Selfish Gene, al decir “Somos máquinas de supervivencia, vehículos autómatas programados a ciegas con el fin de preservar las egoístas moléculas conocidas con el nombre de genes”.

Utilizando el concepto de genes que se replican de generación a generación y dirigen la formación de nuestros cuerpos, Dawkins propuso el concepto de memes o unidades de transmisión cultural que, al igual que genes, se replican y transmiten de persona a persona y moldeando nuestra cultura. Los memes pueden ser una consigna política, una forma de bailar, una forma de vestir o una forma de actuar ante un determinado hecho. Dawkins también planteó, que igual que los genes, que se transmiten de un cuerpo a otro por medio de óvulos y espermatozoides, los memes saltan de un cerebro a otro como una infección proveniente de nuestro medio ambiente.

Las sociedades fundadas en Latinoamérica después de la conquista, en su mayoría, no han podido desarrollar plenamente instituciones con normas legales y morales que controlen los instintos de favorecer más a nuestros intereses privados, de familia y de amistad. El desarrollo de normas públicas en nuestros países que favorezcan la legalidad y neutralidad, ha sido raquítico y muchas veces atrofiado por gobiernos corruptos y regímenes dictatoriales. No existe ciudadano en este país que crea que es posible abrirse paso en la gestión de asuntos públicos o privados sin el uso de la influencia o de los amigos. ¿Por qué vamos a creer en la neutralidad y legalidad del servidor público cuando hasta el día de hoy no contamos con un cuerpo de funcionarios de carrera, libres de controles políticos? El ejemplo más preocupante en la mente de mis compatriotas es la manera como se nombra a los jueces de nuestra Corte Suprema de Justicia. Recientemente hemos visto cómo importantes negocios han desaparecido víctimas de desfalcos sin ver responsable o castigo y también palpamos una generalizada falta de ética en las profesiones liberales y los medios de comunicación.

Una gran cantidad de memes negativos se han transmitido entre nosotros como una epidemia y han impulsado una cultura de impunidad. Esto, añadido a la pobreza de nuestro país, ha favorecido el crecimiento de corrupción generalizada y ha distorsionado nuestra manera de pensar al hacernos valorar el “juega vivo” como bueno y las maneras correctas de actuar como signos de debilidad y estupidez. Un típico ejemplo de un meme negativo apareció hace unos días en estas páginas, al afirmar nuestra presidenta lo siguiente: “En mi gobierno sí hay personas que trabajaron en campaña, y llega el momento en que le piden a uno un empleo y simplemente porque es prima, uno no lo va a [dejar de] nombrar. Son personas que trabajaron y que necesitan un empleo. Yo no sé por qué no se les puede nombrar; esto se viene haciendo desde hace años”. ¿A dónde nos conduce esta manera de pensar?

De la misma manera que en medicina utilizamos tratamientos para controlar epidemias, contamos con una medicina efectiva para controlar la impunidad que va a matar a nuestro país. Esta amarga medicina es aplicar las reglas del estado de derecho, implacable al castigar al corruptor y al corrupto, sin importar su status político, económico o social. Elevar la educación de nuestros ciudadanos, algo que siempre he creído primordial para el desarrollo del país, no producirá los efectos deseados si continuamos aceptando un sistema judicial que parece estar diseñado para el beneficio del crimen y la impunidad.

Mucho antes de leer a Dawkins me enseñaron que el único individuo que nació justo fue castigado severamente al sucumbir a la tentación y violar la ley. Desde entonces la humanidad ha aprendido, después de muchos golpes, que si no se controlan los instintos y se moldea la cultura en el respeto a la ley, se regresa –como vemos hoy en otros países– a un mundo salvaje lleno de oscuridad y sufrimiento. Todos, incluyendo a los corruptores y a los corruptos, sabemos que ese es el futuro que nos espera si seguimos tolerando una sociedad en la que el crimen frecuentemente escapa del castigo.

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