Cuando llegué a la Escuela de Artes y Oficios Melchor Lasso de la Vega, fue toda una experiencia, pues estaba precedida de un prestigio en lo deportivo, por su banda de música, sus alumnos y sobre todo por una rica tradición escolar. Ese año el dictador de turno, el general Omar Torrijos, pronunció el discurso de inauguración del periodo escolar y por primera vez escuché el himno del plantel que dice "Somos la mente, somos el brazo..." de la autoría de Ricardo Miró.
Como todo buen político, Torrijos prometió la modernización de los talleres de la escuela y un sin número de cosas que nunca se dieron, nuestro sistema educativo estaba hecho leña ese año y era fácil ver alumnos mayores de edad dando clases con niños de 13 años que cursaban el primer año.
La agitación política de aquella época patrocinada por los cuarteles, llevaba al estudiantado casi recurrentemente a realizar manifestaciones todos los días lunes, era tal el control del Ejército sobre el sistema educativo, que los inspectores de seguridad de la escuela eran agentes del Departamento Nacional de Investigaciones (DENI), ellos tenían una subestación dentro del plantel, donde practicaban toda clase de torturas a los estudiantes que eran detenidos allí.
Era casi normal ver en el corredor que da hacia las paradas de buses a algunos estudiantes fumando mariguana, que era la droga de ese tiempo; también existía un grupo altamente peligroso, de lo que hoy podemos definir como pandilleros, quienes realizaban fechorías portando el uniforme dentro y fuera del plantel.
Ese era el Artes y Oficios de aquellos años, con Teodoro Jum como dirigente de la FEP y Castillito como dirigente del VAR, los dos grupos políticos dentro del plantel, el director era Enrique Raile Puga (quien luego fue legislador), para ese época solo existían dos canales de televisión y todos los medios eran controlados por la dictadura, así que la libertad de información no existía en nuestro país.
Por tal razón, creo yo que a los disturbios y cerradera de calles que protagonizábamos los estudiantes se les daba menos del minuto en los noticieros y muy poca cobertura en prensa, pero sí, sí nos manifestábamos, sí los cierres de calle eran por horas y sí se perjudicaba a terceros.
Hoy lamentablemente muchos de los artesanos que desean ser formados en una profesión que les dé algo para ganarse la vida, están a expensas de un grupo de muchachos que no sabe o no tiene formación de cómo hacer sus luchas ahora. Los tiempos han cambiado y ahora, aunque tu causa sea la correcta o buena ante tus ojos, no debes dejar de pensar en la opinión pública, esa es la que te apoya o te censura.
Y es aquí donde está el problema, los líderes de mis años de estudiante eran alumnos de índice académico apenas regular, quienes estaban becados por el IFARHU, por grupos de izquierda, etc. que eran solapados por la dictadura. Hoy la lucha debe ser por lo correcto, por lo justo y con la solvencia moral de que las cosas son como deben ser. Nada de pandilleros fracasados haciendo protestas, nada de adultos con uniformes de estudiante tirando piedras, etc.
La escuela está por cumplir cien años, allí se han formado presidentes de la República, un Danilo Pérez y otros grandes hombres y mujeres de nuestra sociedad. ¿Por qué entonces destruir un templo dedicado a la formación? Este plantel siempre ha tenido la imagen de ser el patito feo de la educación, pues claro, allí no van los niños ricos ni bien acomodados de la sociedad, allí nos formamos los que siempre hemos tenido el camino angosto, lleno de obstáculos y cuesta arriba, no sé por qué la sorpresa de que reine la inconformidad dentro del estudiantado, si los 25 centavos que los buseros le cobran de más a los muchachos (que para muchos no son nada), para la mayoría de los padres de familia de esa escuela representa el colmo de sus muchas carencias y frustraciones que tienen que vivir a diario.
Ahora que la escuela está en crisis es cuando se debería poner en perspectiva el cómo ayudar a mejorar la oferta académica de los que allí se forman, ver qué nuevas carreras se pueden enseñar, en fin, actualizar el sistema de las artes y los oficios que nuestro mundo laboral requiere para los próximos años y dejar de pensar en respuestas incompetentes de que "es mejor cerrarla para no seguir teniendo problemas", pues si esa es la respuesta, solo imaginen qué sería de los órganos del Estado pues su productividad o imagen ya todos la conocemos.
El autor es periodista y ex alumno
