Es demasiado temprano para un ejercicio como el que pretendo hacer, pero conviene que todos comencemos a pensar, debido a que nuestro país está otra vez a la orilla del barranco, lo cual hace imperativo que nosotros, los ciudadanos, dueños del poder, hagamos escogencias lo más pensadas y racionales posibles para las elecciones del 2024.
Iniciemos con el partido hoy en el gobierno, el PRD. El país tiene una tradición histórica de no repetir, lo cual es un hábito muy saludable para la democracia.
Por esta razón, el PRD, a la salida de la gatera, ya sale de último. Si adicionamos el mal gobierno que han hecho, salen de último con una pata coja, y si a esto sumamos que empujan a la fuerza la candidatura del vicepresidente (el funcionario más cuestionado del mal gobierno), salen de último con dos patas cojas. ¿Qué van a poder gastar increíble cantidad de millones, producto de su maleantería y negocios? Martinelli ya comprobó que éso de nada sirve para tratar de repetir y si procuran con algún expresidente de candidato será, como dicen en mi tierra, ¡más pior! Les toca una candidatura PRD fresca de verdad, respetada y con un récord limpio, para procurar reconstituir el partido.
De los que conozco, un candidato así podría ser el doctor Francisco Sánchez Cárdenas, quien cuenta con ese historial y además es de izquierda racional –una necesidad para un país rico lleno de pobres–.
Sigamos con Ricardo Martinelli, quien marca “super” en sus propias encuestas.
Martinelli no será candidato debido a que será oficialmente un “fugitivo de la justicia internacional”, sin posibilidad de poner un dedo fuera del país sin ser arrestado, ya que tendrá alerta roja de Interpol, más todas las entidades de inteligencia de los países más poderosos de la tierra buscándolo. Entonces, ¿a quién apoya Martinelli? ¿Será que su “popularidad” es traspasable o, por el contrario, se convertirá en una “pastilla envenenada” que dañará irremediablemente a quien reciba su apoyo? Por ejemplo, si es para el vice como posible candidato PRD, ese caballo saldrá de último de la gatera con las cuatro patas cojas.
Entonces están Rómulo y el CD. Lo primero que hay que ver es si botando a su bancada de diputados podrá superar los trancazos del fundador y quedarse con el partido. Si logra quedarse con él, necesitaría aliarse. Su opción más viable es el Panameñista, aunque dos cabezas débiles no hacen una fuerte. Rómulo tuvo mejor récord en la elección pasada.
El Panameñista es un partido histórico, dirigido hoy por José Blandón, un político que se maneja bien, pero quien se adelantó a su momento: debió reelegirse en la Alcaldía de Panamá, donde hizo buena labor, y hoy sería opción positiva, pero el partido está muy debilitado por una pérdida terrible en las elecciones pasadas, lo que requiere de una alianza y la posibilidad más lógica sería con Rómulo, si éste tiene partido.
Entonces, están los partidos como el destruido Molirena, los religiosos y otros que requieren reconstrucción radical. Por ejemplo, Billy Ford, hijo, tiene la capacidad de reconstruir Molirena y volver a situar el partido en el juego.
También está la izquierda radical, con un historial bajísimo de votos en las dos últimas elecciones; les queda la posibilidad de moderarse, pero no veo señales en este sentido. Seguirán la línea venezolana/nicaragüense de ofrecer una visión de país destruido sin posibilidad alguna.
Por último, pero no menos importante, está Ricardo Lombana y su nuevo partido de independientes, Nuevo Camino Panamá. Lombana hace una oferta de una política distinta alejada totalmente del dominante maleanterismo político que tiene al país secuestrado. Él apuesta al voto por convencimiento, no por clientelismo pagado. Como independiente marcó fuerte en las elecciones pasadas (casi 400,000 votos), con la legislación electoral en su contra, lo que demuestra capacidad de generar esperanza, algo importante en un país desesperanzado ante tanta corrupción, impunidad e ineptitud. Toca a Lombana demostrar que tiene capacidad de hacer elegir diputados, representantes y alcaldes, comprobando su organización nacional y, además, al dar a conocer su equipo humano, proporcione la esperanza de su capacidad para gobernar, no sólo honestamente, sino con eficacia.
Hay una figura internacional que ha manifestado que considera su posibilidad política como independiente (muy difícil con las leyes electorales en contra). Se trata del orgullo patrio Rubén Blades, hoy en la cúspide de su carrera internacional como cantautor. Volver a abandonar su carrera ahora que está en el top, me parece sería demasiado costoso para él. Lo veo más bien apoyando a otra candidatura que se ajuste a su pensamiento, que de ganar lo nombre embajador plenipotenciario cultural de la República, con silla en el Gabinete. Así cumple con lo que siente es su obligación ciudadana de ayudar a liberar a su país del secuestro de la maleantería, sin tener que abandonar su carrera artística. Veremos qué decide Rubén, un claro factor político.
Otra figura ya nacional es la del realmente “honorable” Juan Diego Vásquez, quien ha resultado el mejor diputado que pisa la Asamblea desde hace muchos años. No tiene edad presidencial ni para el 24 ni para el 29, así que anunció que podría ser representante de corregimiento (sería sacrificar su posición política nacional, ya lograda) o alcalde (ojalá de la ciudad de Panamá), o apoyar a un candidato que comparta su visión, con la posibilidad de ser ministro de Estado, y así comprobar que, además de un buen discurso, puede también ejecutar con eficacia.
Los tres últimos puntos me llevan a pensar que, con el objetivo de liberar al país de la maleantería, hay tres figuras con ese mismo pensamiento y objetivo (Lombana, Blades y Juan Diego Vásquez). Si se junta esta tripleta, tienen la posibilidad de ganar y salvar al país, antes de que nos caigamos barranco abajo.
Este es el cuadro como lo veo hoy, cuando se está jugando tan solo el primero de nueve innings. Como siempre me siento optimista, pero todavía faltan ocho innings, así que amanecerá y veremos. Métanle cráneo, amigos lectores, que los responsables somos nosotros, los ciudadanos dueños del poder.
El autor es fundador del diario La Prensa


