La misión de la prensa libre en las sociedades democráticas jamás pierde vigencia. Así, en los tiempos modernos, mucho es lo que se ha escrito en términos generales sobre la función de la prensa con el objeto de poner de relieve su importancia como tribuna para la expresión del pensamiento, como vehículo de cultura, como elemento de difusión de noticias e informaciones que permiten al hombre y la mujer corrientes estar bien enterados de lo que ocurre en el ámbito de su ciudad, de su nación y del mundo.
Todo lo que se ha dicho a este respecto, y lo que se sigue diciendo, no responde sino al reconocimiento de un hecho histórico de una realidad incuestionable. La prensa libre ha sido, en efecto, una de las herramientas de la evolución cumplida por la humanidad en el decurso de los tres últimos siglos. ¡En sus columnas tuvo eco la inquietud de los reformadores políticos y sociales!
Desde sus páginas se señalaron las injusticias y abusos de los sistemas que hasta la Revolución Francesa tuvieron un régimen de desigualdad entre los hombres en lo que se refiere tanto a la distribución y usufructo de los bienes prácticos, como el aprovechamiento de los beneficios de la educación y el goce de las prerrogativas fundamentales que garantizan al individuo el respeto a su vida, el derecho a poseer bienes propios, construir una familia y velar por ella asegurándose medios decorosos de existencia, a sentirse a cubierto en su persona, su propiedad, sus ideas, sus creencias, contra cualquier forma de abuso, de despojo, de violencia, de coerción, de sometimiento contra los fueros de su condición humana.
Y con su prédica doctrinaria o combativa y su acción propaladora de informaciones, la prensa libre de la era moderna ha creado la opinión pública, le ha dado estado efectivo, elevándola al rango de un tribunal que juzga el desempeño de los gobernantes, critica y sanciona sus desvíos, vigila la observancia de los principios inmanentes de la justicia y la buena marcha de los asuntos que interesan a la colectividad.
Por eso es que se le ha conferido el título y el rango de cuarto poder del Estado. Y su gravitación decisiva como tal se pone de manifiesto en la hostilidad indisimulada que le profesan los mandatarios absolutistas, para los cuales una prensa libre e independiente representa la fuerza moral capaz de frenarlos en sus avances sobre las libertades y en su avasallamiento de los derechos individuales.
De ahí que su preocupación dominante, desde Napoleón, el primer gran déspota de los tiempos modernos, hasta las tiranías totalitarias que hemos conocido en nuestros días, haya sido la de limitar de hecho o por intermedio de leyes especiales la libertad de prensa, implantar la censura, clausurar o confiscar diarios y revistas, sobornar conciencias o perseguir, encarcelar y hasta dar muerte a quienes no se dejan ni amedrentar ni corromper.
Los notables progresos técnicos realizados en los últimos 30 años por la prensa informativa panameña han facilitado su misión dentro de los límites nacionales. El ciudadano común y corriente, como expresivamente se dice, ha dispuesto en ella a través de sus comentarios sobre sucesos de actualidad y de interés público y de su información abundante y objetiva sobre el país y el extranjero, de un valioso elemento de cultura, de ilustración, de conocimiento.
La prensa técnica es una prensa donde se plantean y debaten problemas que se refieren, algunos, a temas económicos, pero relacionados íntimamente con aspectos que atañen a la esencia del ser humano; o problemas políticos, pero no abarcados desde posiciones sectarias, partidistas o electorales, sino desde el punto de vista de los derechos del individuo, o problemas y cuestiones científicas, artísticas o atinentes a los ramos de las artes estéticas e industriales, pero siempre teniendo por motivo fundamental al hombre.
La prensa técnica, que no es política en su sentido proselitista, no podía desentenderse de la suerte de derechos e instituciones que forman parte integrante de la civilidad panameña por sobre aspectos ideológicos y partidarios. Y entre ellos se encuentra en primerísimo lugar el de la libertad de prensa. Decimos en primerísimo lugar, porque esa libertad es el bastión avanzado que defiende a las otras libertades. Cuando ella cae, caen todas las demás; mientras ella se mantiene en pie, todas las otras se hallan amparadas. ¡Esto lo saben bien los gobernantes proclives al abuso de sus poderes!
