A raíz de lo que acontece sobre las supuestas “posesiones diabólicas” en nuestro país, promovidas por el morbo noticioso y el poco conocimiento sobre factores psico–religiosos, se piensa que el fenómeno que surge en Darién y Colón, y que amenaza con extenderse a otras regiones de la geografía nacional, es de origen paranormal.
Para comprender estos hechos, debemos centrarnos en dos vertientes fundamentales. La primera se refiere al pensamiento pre-filosófico, que está íntimamente relacionado con el mito o la leyenda. Es la forma como concebían el mundo los pueblos primitivos, para explicar la existencia del universo, los fenómenos naturales, etc.
La segunda es el pensamiento religioso, en el que hay una estructuración, un ordenamiento y una jerarquización. El “quién” de lo mágico está depositado en el sacerdote; el “dónde” en una iglesia o templo determinado y jerarquizado. El “cómo”, o sea el ritual, está totalmente determinado y escrito, al igual que el “cuándo”, las fechas sagradas. Los dioses ya no son cualquiera, sino determinados dioses, o es un dios.
Ahora bien, a pesar de los avances científicos para explicar situaciones propias del ambiente, podemos ver –en un país marcado por la ignorancia supina– un incremento en el pensamiento “pre-religioso”; es decir, las personas no han pasado a la parte convencional del hecho religioso, más bien se han mantenido en características propias que identifican una mentalidad arcaica, regresando a los tabúes, a las manifestaciones animistas, fetichistas y a la adoración de un tótem.
Una recomendación constructiva al Ministerio de Educación es, primero, desplazar la acción de personas o comunidades religiosas que promueven la desorientación, al hacer pensar que todo es posesión demoniaca (llámese medios de comunicación o personas sin conocimiento del hecho). Segundo, tomar en cuenta los lineamientos que ha dado la Iglesia católica sobre el asunto, al relacionarlas a problemas dentro de las familias. Tercero, detener la “satanización del docente panameño”, promovida por los medios de comunicación y apadrinada por las autoridades del Ministerio, esto lo digo con propiedad de hecho.
Cuando existe una carencia de valoración en las familias, los únicos que de una u otra forma mantienen un orden axiológico en las escuelas son los docentes, porque una sociedad, cada vez más absorbida y abrumada por los problemas socioeconómicos que la aquejan, no es capaz de levantar la mirada y ayudar contra la vorágine de problemas sociales que afectan a nuestra niñez y juventud.
Al final me quedo con la frase del enciclopedista Voltaire: La religión mal entendida es una fiebre que puede terminar en delirio.