Durante días el mono Jojoy, culpable de los más vergonzosos descalabros de la fuerza pública colombiana, de cientos de secuestros y tomas sangrientas de las FARC (la mayor guerrilla de Colombia), caminó, sin saberlo, con unas botas con GPS (localizador de situación). Eran iguales a las especiales que usó en los últimos años porque las llagas en los pies, producto de una vieja diabetes, le impedían usar las corrientes de la tropa.
Nunca debió imaginar que sus últimos pasos, emitieron las señales que hicieron posible, que en una mole montañosa de 127 kilómetros de largo y 40 de ancho –la Serranía de la Macarena– Policía y Ejército ubicaran su escondite. La inteligencia militar logró infiltrarse en la red encargada de llevar los suministros a la guerrilla y colocar, en las botas del jefe militar más poderoso de las FARC, este dispositivo de ubicación.
El miércoles pasado, a las dos de la madrugada, una lluvia de bombas inteligentes, lanzadas desde dos aviones Supertucano, destruyeron su refugio de hormigón ubicado en medio de 13 campamentos conectados entre sí. La hora también fue calculada.
Por la sofisticada inteligencia previa, que incluyó infiltración y delación, se sabía que este hombre tenía una costumbre: levantarse a la 1:00 a.m. y dedicarse, hasta las 4:00 a.m., a leer documentos. “Fue una operación quirúrgica, no iba dirigida a desmantelar un campamento sino a un objetivo claro”, dijo el ministro de Defensa Rodrigo Rivera, el viernes, en el aeropuerto militar antes de viajar a la Macarena. Allí contó los detalles del golpe más duro que se ha dado a las FARC en su más de 50 años de historia de lucha armada.
Más de 500 hombres y 78 aviones participaron en esta, “compleja y contundente” acción. Después del bombardeo –se lanzaron 30 bombas inteligentes, cada una de 500 libras– cerca de 400 hombres , los mejor entrenados del Ejército y la policía colombianos, bajaron a tierra, deslizándose con cuerdas desde los helicópteros. Ellos hicieron el primer reconocimiento del cuerpo de Jojoy: su cara quedó destrozada; un reloj Rolex y los medicamentos para la diabetes, que llevaba en los bolsillos de su uniforme de camuflaje, permitieron la identificación previa, que luego se confirmó con las huellas dactilares. Quince atacantes resultados heridos. En el lugar, donde el viernes continuaban los combates contra los guerrilleros supervivientes al ataque, encontraron 20 computadoras y 69 memorias USB.
Después del tercer bombardeo y de los ametrallamientos desde el aire, cuentan algunos soldados, los guerrilleros intentaron mover a su jefe por la red de caminos en la intricada geografía de árboles enormes de la sierra. Jojoy contaba con varios anillos de seguridad distanciados cada 30 kilómetros. Desde comienzos de este año, cuando arreció la ofensiva contra él, estos anillos se fueron debilitando.
El cadáver de Jojoy llegó a Bogotá el jueves por la noche y está, bajo fuerte custodia, en la sede del departamento de Medicina legal, junto al de otros seis guerrilleros muertos. Se intenta confirmar si Romaña, alumno preferido de Jojoy, está entre las víctimas. El jueves, erróneamente, las autoridades habían confirmado su muerte. “En el operativo contribuyó gente de las propias FARC”, dijo el presidente Juan Manuel Santos, desde Nueva York , en una alocución por radio y televisión, emitida la noche del jueves. El ministro Rivera precisó que fueron hombres de su esquema de seguridad quienes lo entregaron. Ellos recibirán parte de la recompensa de 5 mil millones de pesos, que se ofrecían por este temido cabecilla guerrillero.
También hubo interceptación de comunicaciones y seguimientos a mujeres que bajaban de la Sierra a La Julia, un caserío que creció a la sombra de esta formación montañosa, lugar histórico de las FARC. Santos dio el parte de victoria: “es un triunfo de la seguridad democrática, fundamental para llegar a la prosperidad democrática”, aseguro. Y con actitud severa le habló a las FARC: “Vamos por el resto, vamos por ustedes; no ahorraremos esfuerzo; sabemos cumplir”.
Jojoy, según se sabe por uno de sus últimos correos enviados a sus cuatro compañeros del Secretariado –cúpula de la dirección de las FARC–, le temía a una “matada” por parte su eterno enemigo: el ejército. “Voy a utilizar el radio solamente para recibir y trasmitir mensajes cortos de ahora en adelante para evitar una matada”. Jamás, es lo más seguro, se le ocurrió sospechar de sus botas.