El mundo en que vivimos es complejo y volátil, y cargado de incertidumbre. Todo está conectado y a menudo no sabemos qué lo conecta. Por esta razón, usamos herramientas matemáticas para encontrar respuestas rápidas.
Una de estas herramientas es la regla de tres, donde encuentras una variable desconocida conociendo tres variables conocidas. Este método es sencillo y lo usamos todos los días desde niños. “Si una paleta cuesta unos veinticinco centavos, ¿cuántas me puedo comprar con un balboa?” La respuesta es cuatro, y con eso te convertiste en el más popular de la gallada.
Esto es un problema simple y muestra una relación directa o lineal. Si tienes $2, compras ocho paletas; si tienes $3, compras 12 paletas. Esa relación lineal cambia cuando tus amigos tienen gustos diferentes y ahora quieren paleta de frutas, el otro de helado, el otro un eskimo pie.
El mundo se parece más a esto. Es caótico, impredecible, no puedes complacer a todos y, aun así, queremos usar la regla de tres para tomar decisiones complejas.
Tenemos que salir de este hoyo negro de soluciones simplistas y encarar una realidad que demanda tomar decisiones que afectan a millones de personas. Panamá es un sistema con dinámicas muy frágiles. Una actividad económica en Chiriquí puede tener impacto en el turismo de Bocas del Toro y afectar la educación en la comarca Ngäbe-Buglé.
Las variantes del coronavirus nos plantean una situación similar. Países con descontrol del coronavirus ven acelerar las muertes y aparecer mutaciones que hacen que el virus sea más infeccioso. Este virus infecta a países lejanos en cuestión de semanas.
Identificar estas situaciones a tiempo requiere impulsar la investigación científica local, para así educar a la población y tomar decisiones a tiempo. Nuestro país tiene la capacidad técnica para hacerlo; solo necesitamos dar un paso adelante.
El mundo es complejo y no podemos usar la regla de tres para salir adelante como país. Por esto decimos muerte a la regla de tres y larga vida a la investigación científica de alto nivel.
El autor es médico epidemiólogo, investigador en salud pública y miembro fundador de Ciencia en Panamá


