Como buenos panameños, sabemos que, cada 10 de noviembre, conmemoramos el Primer Grito De Independencia de Panamá del Gobierno Colonial Español. Cuenta la leyenda, que su máxima representante es Rufina Alfaro. Según describen algunos historiadores, Rufina era una joven mujer de 22 años quien, utilizando su “gran belleza” logra ganarse la confianza del Jefe del Cuartel en La Villa de Los Santos y, aprovechando su cercanía, logra obtener información que es efectiva para levantar al pueblo santeño contra los españoles y lograr la tan anhelada libertad.
Todavía persiste el debate sobre si Rufina Alfaro y su astucia para levantarnos en contra de los españoles es o no una leyenda ya que, según historiadores panameños, no se ha podido comprobar en los Registros Nacionales, su existencia.
Refuerza aún más que sea producto de una leyenda popular que su nombre no aparezca en el Acta de Independencia de la Villa de Los Santos del 10 de noviembre de 1821, junto al grupo encabezado por Don Segundo de Villarreal y Francisco Gómez Miró.
En 1903, 82 años después, nace otra figura femenina que marca un hito en nuestra historia: Doña María Ossa de Amador, quien junto a su cuñada Angélica Bergamotta de Ossa (esposa de Jerónimo de la Ossa) y su sobrina, María Emilia Ossa, de forma clandestina, confeccionan la primera bandera panameña, y dan forma al símbolo patrio al que rendimos tributo y juramos lealtad.
De 1940 en adelante, la búsqueda de la mujer panameña de acceder a espacios de toma de decisiones comienza a enrrumbarse .
En 1941, constitucionalmente, las mujeres mayores de 21 años, tuvieron acceso al sufragio,contribuyendo a elegir a los candidatos de elección popular.
Mediante el Decreto 12 del 2 de febrero de 1945, se establece que las mujeres pueden elegir y ser elegidas en las elecciones a la Asamblea Constituyente, logrando ser parte, Esther Neira de Calvo y Gumercinda Páez.
Tras 75 años de haber obtenido el voto universal, derecho consagrado en la Constitución Política de 1946, se le otorga a la mujer panameña el derecho a elegir y ser elegida. Luego, 53 años después, se escogería a la primera presidenta de la República de Panamá y la segunda en el Continente Americano: Mireya E. Moscoso Rodríguez.
En la actualidad, contamos con seis ministras en el Gabinete de nuestro Gobierno Nacional y en las últimas elecciones nacionales de mayo de 2019, de un total de 861 candidatas, sólo 104 resultaron electas, accediendo a un 12.1% de todos los puestos de elección. Por otro lado, de 71 curules del Órgano Legislativo, únicamente el 19% son mujeres, esto es, 14 diputadas son principales en sus curules.
Queda mucha tela que cortar y un número significativo de leyes que fortalezcan, faciliten y fomenten la participación de la mujer en la política.
La mujer siempre ha tenido un papel importante en nuestra historia. Cómo país, debemos replantearnos el presente y futuro de la democracia panameña. Urge asumir el compromiso de eliminar los obstáculos legales, culturales, sociales e institucionales para constituirnos en una democracia paritaria con una cultura política basada en la equiparación de oportunidades como piedra angular.
Seguro que a las mujeres no nos interesa que se nos “regalen” los espacios. Hemos luchado por ellos desde antes de ser una república. Es indispensable que la mujer no se mimetice en los espacios liderados por hombres. Por el contrario, debe continuar el rol que ha asumido a lo largo de la historia, desde su perspectiva, su naturaleza e individualidad, en cada espacio que logra.
Volviendo a 1821, lo primero que se destaca y a lo que se le atribuye a Rufina Alfaro, es su belleza y su elegancia; pero pocos destacan de su leyenda, su valentía, su gallardía y su habilidad en establecer una estrategia para apoyar al proceso independentista del Imperio español.
¿Creen que si quien hubiese dado el Primer Grito de Independencia se hubiese llamado Rufino Alfaro, se dudaría hoy de su existencia?
La autora es abogada y miembro Jóvenes Unidos por la Educación
