Responder a la interrogante que titula este artículo parece ser algo obvio. Casi de inmediato se esboza un “sí” en la mente de los lectores, pues se comprende como un hecho irrefutable que una empresa competitiva puede enfrentar a sus contendientes y ser superior a ellos.
Sin embargo, aunque es un término ampliamente utilizado por la sociedad, en ocasiones se aprecia más un concepto nacional o regional, cuando en realidad la competitividad va más allá de políticas públicas y de una estrategia nacional. Es un concepto que pasa de lo macro a lo micro y tiene impacto directo en el sector productivo.
Según el especialista Michael Porter, la competitividad “se vincula a la capacidad de conseguir el bienestar y, por lo tanto, está determinada por el nivel de productividad con la que una nación, región o cluster utiliza sus recursos naturales, humanos y de capital”. Tomando como referencia esta definición, la competitividad empresarial se puede definir como el proceso por el que una empresa genera valor agregado por medio del incremento de la productividad, y ese crecimiento es sostenido y se mantiene en el mediano y largo plazo. Este concepto dista mucho del obtener más ganancias por aplicar un precio mayor a los productos y/o servicios, o ganar dinero por ser el único proveedor en el mercado. Tiene que ver con ser productivo, lo que le permitirá a una empresa sobresalir y mantenerse a lo largo del tiempo.
El Centro Nacional de Competitividad ha elaborado diversos informes sobre la productividad y la explica como la convergencia de varios factores, a saber: el capital, el trabajo, más un componente tecnológico que representa la productividad total de los factores. Basado en el argumento de que los aumentos de productividad se explican por distintas razones, como aprendizaje en el trabajo (learning by doing), transferencias tecnológicas (spillovers), mayor capitalización con mejores tecnologías o una mejor utilización de los factores productivos disponibles.
El mejoramiento del capital humano, el mayor aprendizaje, la adquisición y aplicación de nuevas y más eficientes herramientas tecnológicas, así como la innovación, son elementos que permiten a una empresa ser productiva, siendo esta variable determinante de la capacidad de la empresa para aprovechar las oportunidades que brinda la economía nacional e internacional.
Por ejemplo, en 2007, Uruguay producía mil 427 litros de leche (270 litros por hectárea), mientras que para 2014 produjo 2 mil 300 millones de litros (4 mil litros por hectárea), la diferencia en la cantidad de producción es definida por la tecnología aplicada en el proceso.
El crecimiento obtenido por Uruguay en la producción de leche es exclusivo basado en la productividad, pues el país no aumentó la cantidad de hectáreas lecheras, ni incrementó la cantidad de vacas lecheras, sino que aplicó cambios genéticos, reforzó el tipo de alimentación del ganado y mejoró su capacidad de ordeño, pues se ordeñan más animales en menos tiempo, algo que permite el uso más eficiente de los recursos.
Otro ejemplo es la aplicación de tecnologías de la comunicación para el desarrollo empresarial, que se pueden poner en práctica con buenos resultados en cualquier rubro de negocios y que constituyen un valioso aporte a la organización.
Con el uso de nuevas tecnologías de la comunicación, se puede mejorar el control y la gestión interna de la empresa, lo que se traduce en información óptima para la toma de decisiones, porque de esta forma se puede tener un eficiente control del plan empresarial, una mejor programación de la empresa, realizar estudios de mercado efectivos y hasta contar con una excelente gestión del producto y/o servicio, al contar con más información del mercado, entre otras ventajas.
