La escuela es nuestro segundo hogar. Cuando nuestros padres nos llevan allí, confían plenamente que será un lugar seguro. Algunos, en nuestros primeros años, cuándo entramos a la escuela, por ser negros, vivimos rechazo. Es difícil iniciar el proceso de ir al salón de clases, adaptarse y creer que hay algo malo en uno , debido a cómo lucimos. Es, con base en experiencias propias, que surge la pregunta ¿cómo enseñar a los niños que, cuando se burlan del cabello, color de piel o de rasgos faciales, incurren en una conducta racista?
Con escasos 10 años, recurrentemente me recriminaba por haber nacido negra y con cabello “malo”. Analizo esta interrogante de adulta y pienso que, a esa edad, no es un tema que debe pasar por la mente de una niña. Se supone que, tan pequeña, debía estar pensando en jugar y estudiar. Se trata de un tema controversial y sensitivo. Sé que, muchos como yo, hemos pasado por estas situaciones.
La escuela se convirtió para mí en un lugar horrible. Estar allí significaba escuchar a mis compañeras y compañeros burlarse de mi cabello, llamándolo: “pelo malo”, “cabello duro”, “cuscús” o “estopa de coco”. Cada vez que escuchaba alguno de estos comentarios, me sentía aún más rechazada.
En un intento por encajar y lograr aceptación, una vez al mes acudía a salones de belleza para someterme a tratamientos realmente dolorosos. Mi único objetivo era verme mejor porque este cabello mío, con el que nací, no era el correcto para muchos.
Con cada tratamiento, renunciaba a lo que soy: una negra con cabello afro. Con cada plática conmigo misma, en que me increpaba por lo socialmente inaceptable que era mi cabello, me negaba a reconocer una verdad evidente. Nací negra. Soy negra.
Entiendo que para cada persona la experiencia de vivir con cabello afro es distinta. A todos nos toca estar expuestos a la presión social. Se trata de una presión continua y, en algunas ocasiones, hasta inmisericorde. Los comentarios incómodos provienen de la familia y de los amigos y hasta se trasladan al entorno del trabajo.
Es asombroso que, en Panamá, un país multiétnico, pareciera que se perpetúa el rechazo a la diversidad. Más aún, cuando el genotipo panameño, ampliamente investigado, tiene un innegable componente de etnia negra que data de la era colonial y se refuerza con la migración de los afroantillanos para la construcción del Ferrocarril, a mediados de siglo XIX; y del Canal , a principios del siglo XX. Hace solo unos meses, en un colegio particular de la Ciudad de Panamá, un estudiante fue amonestado, por usar su cabello afro en las clases virtuales. Me pregunto, ¿no debe el reglamento escolar contemplar la diversidad cultural?
Nuestro sistema educativo prioriza aprender operaciones matemáticas básicas; conocer la ciencia; los países del mundo y sus capitales; y nuestra historia. Es poco lo que se habla del autoreconocimiento: de la autoaceptación; del amor por la etnia, por la apariencia física de cada quien tal como es; y del amor propio.
No se nos enseña que es el amor propio la única herramienta que nos permitirá avanzar, crecer, transformarnos en el proceso, y ser resilientes. En la escuela no nos enseñan educación emocional; en nuestros hogares, tampoco. Es, incluso, en nuestro núcleo familiar que no aprendemos a aceptar a las personas por quienes son, sin importar su aspecto.
Aceptar la diversidad y abrazarla, es una tarea diaria. Involucra replantearnos ciertos patrones que ya están arraigados en nuestra sociedad y en nuestro comportamiento.
El primer paso para derribar estos estereotipos tan negativos, es cambiar nosotros mismos a través de nuestras acciones. Tener empatía con todos y reconocer que en la diversidad está la verdadera riqueza de la humanidad, es el principio del fin de la exclusión. A nosotros, los que estamos orgullosos de pertenecer a la Etnia Negra, nos toca continuar con el legado de paz y de libertad de nuestros ancestros, siendo auténticos y orgullosos de quienes somos y de dónde venimos. Soy negra y negra seré. Estoy orgullosa de mis raíces. Soy negra.
La autora es egresada del LLAC 2.0 y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación

