MULTIPLICIDAD DE MOTIVOS

La neurofisiología de la violencia

La violencia, como la criminalidad, es tan antigua como es antigua la humanidad. Desde los tiempos bíblicos, en el principio del mundo, observamos en Génesis, capítulo 4, cómo Caín, obnubilado de conciencia y cegado por los celos, la envidia y el odio, asesina sin piedad ni misericordia a su hermano Abel.

Con este hecho abominable queda estigmatizada la maldad como una maldición apocalíptica sobre el planeta Tierra.

Ellas, la violencia y la criminalidad, se estigmatizaron cual inquietante sombra terrorífica sobre la historia humana.

De ahí la preocupación del hombre por dilucidar la incógnita de la etiología de la violencia, la agresión y la criminalidad, desde los diferentes campos de la ciencia y variadas disciplinas, como la neurofisiología, la biología, la psicología, la sociología, la antropología y la historia. De esta manera surgen las interrogantes de los estudiosos e investigadores de la conducta humana, sobre ¿qué cosa es la violencia?

Algunos la consideran como una peste, una epidemia que cuando llega se queda, que está intrínseca en todos y en todas partes. La vemos en la conducta infantil, en el adolescente, en los adultos, en las escuelas, en las iglesias y santuarios, en el deporte, en el medio familiar, en la sociedad, en el Estado, en los animales, en el terrorismo, en la naturaleza, etc.

Sobre estos conceptos surgen otras interrogantes: ¿Hubo violencia cuando Dios expulsó del edén a Adán y a Eva por desobedecer su orden? ¿Será la violencia el ejercicio de la autoridad de los padres para con sus hijos; del maestro para con sus alumnos; del patrono para con el trabajador? ¿Será la violencia la imposición del Estado, tanto como reprime, castiga y encarcela a los que infringen las leyes, para hacerla cumplir? o ¿será violencia cuando la Iglesia pretende imponer pautas y límites morales a la libertad de cultos y de conciencia, mientras en su seno los sacerdotes cometen pedofilia, pederastia, sodomía, etc., violando los más elementales principios del cristianismo?

Desde tiempos inmemoriales, la agresividad, la violencia y la criminalidad han sido objeto de numerosas investigaciones, abordadas desde una perspectiva multidisciplinaria, pasando por los instintivistas, conductistas, biólogos etólogos, etc.

Según la teoría instintivista, la más popularizada, cada conducta humana tiene un motivo, y cada motivo es un instinto independiente e innato en el hombre, del mismo modo que el instinto animal.

Sin embargo, de todas estas teorías la neurofisiológica y bioquímica parecen ser las más acertadas de los últimos tiempos. Actualmente el sistema de justicia criminal en Estados Unidos está basando en el estudio de la neurofisiología y la bioquímica, sobre todo en aquellos individuos con un alto perfil de maldad, para determinar el origen de la criminalidad.

En la actualidad existen evidencias concretas, específicas y completas de que las reacciones violentas de la conducta criminal, en los seres humanos, están asociadas con problemas y anomalías en la corteza del lóbulo frontal.

Estos estudios han demostrado que la corteza pre frontal del cerebro en estos individuos es de menor tamaño en comparación con la corteza pre frontal de personas normales y capaces de controlarse. La serotonina, un neurotransmisor cuya función es atenuar la sensibilidad del organismo ante las diversas estimulaciones del medio ambiente, juega un papel fundamental en la conducta agresiva, ya que ha quedado demostrado que su deficiencia está estrechamente relacionada con el comportamiento impulsivo y violento de diversos tipos de criminales.

Un análisis realizado por neurofisiólogos demostró que las personas que se comportan de forma antisocial, especialmente aquellos con historiales de alto perfil de violencia y criminalidad, presentaron deterioros tanto estructurales como funcionales en estas regiones del cerebro.

Estudios llevados a cabo por el físico y científico Guido Frank, de la Universidad de California, a través de la “resonancia magnética”, demostraron que adolescentes diagnosticados como “reactivamente violentos”, criminales, de conducta explosiva, incapaces de controlarse por sí mismos, mostraron una mayor actividad en la amígdala, una parte del cerebro relacionada con el miedo, y una menor actividad en el lóbulo frontal, área vinculada al razonamiento y a la toma de decisiones y autocontrol; en comparación a otros individuos con mayores controles emocionales.

La actividad de la amígdala refleja que estos adolescentes sintieron miedo cuando tenían que afrontar estímulos amenazantes, ante problemas existenciales, ante la necesidad de afrontar situaciones de sobrevivencia y preservar su espacio vital.

La violencia, a pesar de que es una condición innata y latente en todo ser humano, no tiene existencia en sí misma, independientemente de otros factores, sino que ella se desencadena por una multiplicidad de motivos internos y externos a igual que de necesidades vitales que van desde la ausencia de paz, de amor, ausencia de trabajo, de productividad, de alimentación, salud, vivienda etc.

Los pueblos viven en paz cuando son libres, productivos, virtuosos y felices. La paz conlleva un alto grado de seguridad y productividad. Si a la sociedad le concierne el hacer virtuosos y felices a los hombres, debería interesarse también por hacerlo seguro y productivo, de esta manera podemos hacer menos traumática y violenta la vida.


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