Por alguna razón que aún no entiendo, la "ley seca" que rige durante el día de los difuntos fue suspendida a las 6:00 p.m. Según escuché, pudo tener que ver con que se permitiera consumir alcohol durante la cena que se brindaría al presidente mexicano, Vicente Fox, (ojalá no sea cierto). El resultado práctico de esta medida fue que desde las 9:00 p.m. se desarrolló una especie de "desenfreno carnestolendo" alrededor de las tarimas que albergarían a las autoridades durante los desfiles patrios. Las imágenes que se vieron en los alrededores del Hospital de Paitilla (de donde salí de trabajar esa noche) fueron realmente deprimentes. Individuos con todo tipo de tatuajes, parcialmente desnudos (tanto hombres como mujeres), en todos los niveles clínicamente descritos de la intoxicación por alcohol (y quién sabe por qué más) se paseaban por las aceras aparentemente transportados a un Martes de Carnaval en algún parque de nuestro interior. Las más soeces expresiones eran escuchadas entre los asistentes a aquel "despelote patriótico". Además del problema de acceso que se generó al hospital (donde esa noche se operó el presidente Endara), el espectáculo a que se dedicó esa juventud (que según dicen es en la que se basó el triunfo electoral del "neopatriotismo") deja mucho que desear de lo que deberían ser "las futuras generaciones de panameños". Francamente, no me imagino a esta gente que orinó y vomitó en las aceras para hacer alarde de su extrema embriaguez, como quienes tendrán la responsabilidad de "echar adelante" al país en unos cuantos años.
El segundo punto es la forma como en nuestra ciudad se genera un caos vial para organizar desfiles. Desde hace varios años, se viene dando este problema durante los carnavales (al cerrarse la Vía España para mojaderas y desfiles) y durante los desfiles de Navidad de la alcaldía (al cerrar Calle 50). No me opongo a que la gente se divierta y se organicen desfiles en las fiestas patrias. De hecho, durante mi secundaria desfilé todos los años cuando esto se daba en las inmediaciones de la Presidencia, el Casco Viejo y la Avenida Central. Sin embargo, al cerrar Vía España, Calle 50 y sus accesos, se genera un desorden absoluto, pues nuestra ciudad no cuenta con muchas vías alternativas para desplazarse. Dejemos a un lado que los accesos a hospitales no se respetan y que esto pudiera algún día tener serias consecuencias. Para ponerles un ejemplo, frente al Centro Médico Paitilla había dos policías, uno que autorizaba cortésmente el paso a quienes se dirigían al hospital y otro que se sentía algo así como un híbrido entre Rommel y Patton a quien solo le faltaba preguntar "santo y seña" y arrestar a todo el que pretendiera pasar por "su retén". Siempre me he preguntado por qué, en una ciudad como Panamá, no se siguen haciendo estos desfiles en el Casco Viejo (donde hay mucho menos tráfico), o en el paño de la Avenida Balboa que está junto al mar, el cual no tiene que ser "cruzado" prácticamente por nadie. Si el desfile se mantiene entre la Plaza 5 de Mayo, la Avenida B, la Avenida Balboa y la entrada de Punta Paitilla, el desorden vial sería mucho menor.
El tercer hecho que ocurrió (y sin duda el más grave) es el ridículo alarde de "poderío militar" que presentó la Policía Nacional durante los desfiles. Esos tipos con las caras pintadas de betún negro y verde, con ropas cubiertas de hojas que recordaban un guayacán en junio, uniformes de campaña dignos de la película Pelotón y armas con municiones seguramente más grandes que la masa encefálica de sus jefes, nos trajeron terribles recuerdos a quienes aún recordamos lo que fue la lucha nacional para deshacernos de quienes nos desangraron durante 21 años. No debemos olvidar que, durante ese tiempo, nuestro país invirtió gran parte de su presupuesto en armar un "dizque ejército" para "dizque defender la soberanía nacional". Aquellos 13 mil "soldaditos de plomo" (o tal vez debiéramos decir "plomo de soldaditos") y todo su poderío bélico fueron reducidos a escombros en cuatro horas aquel triste 20 de diciembre hace casi 15 años, cuando se dio una invasión que muchos veían como la única forma de salvar a Panamá de aquella pandilla que nos tenía secuestrados a merced del narcotráfico internacional. Aquel día (en que no murió ningún oficial), muchos miembros de "nuestro instituto armado" solo supieron quitarse el uniforme y correr en calzoncillos hasta encontrar a sus colegas de los "Batallones de la Dignidad" y ayudarles en su ardua tarea de saquear cuanto encontraron a su paso. Otros "batallones de élite" que se habían fogueado atacando y apresando sediciosos en Calle 50, echaron a correr cuando escucharon el primer bombazo y posiblemente algunos todavía no han parado para mirar hacia atrás. Esperemos que cuando lleguen a Groenlandia, alguien les diga que "ya no vienen los gringos" (Bush los mandó a morir en Faluya) y que la invasión ya terminó.
Todo este absurdo alarde de fuerza de que fuimos testigos, completamente injustificado en un país donde el ejército está prohibido constitucionalmente, se hace mucho más dramático cuanto escuchamos durante los desfiles aquella musiquita de "la patria te llama... tus fuerzas reclama..." (marcha insignia de la "revolución octubrina"), mientras se mantiene la "amenaza" de que se pondrá a un uniformado a dirigir la policía.
Por favor, si estas cosas van a ser los cimientos sobre los que piensan construir la "Patria Nueva", mejor sacamos del baúl nuestras armas (pañuelos, pailas, pitos y globos blancos) y comenzamos a recoger el 20% de firmas que necesitaremos para demostrar que en Panamá urge renovar los valores sociales y democráticos, y que esto no requiere de uniformes (que le dan autoridad a cualquier ignorante) ni de armas de "grueso calibre". Finalmente, esperemos que si se requiere de la juventud para lograr el país que soñamos, no traten de llegar cruzando una avenida cerrada por un desfile o se encuentren durmiendo una "borrachera patriótica" como la que "gozaron" esta semana...
