El costo social, emocional y económico de la Covid-19 desde 2020 hasta el presenta es enorme, tanto para el país como a nivel individual. Uno de los sectores más afectado y con mayor impacto para nuestro futuro es nuestro sistema educativo. Para efectos prácticos, fue inoperante por dos años. Con esto en mente, es hora de evaluar los parámetros bajo el cual nuestro sistema educativo esta operando. Un principio dominante debería ser que no se dejara atrás a ningún estudiante. Por ello, propongo dos ideas valiosas que deben ser implementadas en Panamá, especialmente ahora que conocemos los desastrosos resultados de la pruebas PISA.
Primero, tenemos que medir de forma estandarizada el nivel de conocimiento de todos los estudiantes, a cada nivel educativo, para ver si éstos han dominado conceptos básicos de lenguaje, de ciencias y de aritmética/matemáticas, según lo presentado en las aulas. Los exámenes estandarizados deberían darse al final de un módulo de enseñanza. No hay que inventar pruebas para los diferentes módulos o grados, ya que éstas existen en español en diferentes países y pueden ser fácil y rápidamente adoptadas de forma masiva por nuestro sistema educativo.
El uso de pruebas estandarizadas al final de un módulo (no al final del año) permite validar cuánto ha aprendido un estudiante de lo enseñado en ése módulo. Si no llega al nivel mínimo, debe repetir la materia presentada en el módulo hasta lograr un nivel básico de conocimiento. Gran parte del problema del retraso de algunos estudiantes es que se determina su avance solo al final del año, cuando ya es demasiado tarde para remediar las falencias del estudiante. Nuestro sistema educativo debe detectar a los estudiantes con problemas de una forma expedita.
De allí viene la segunda idea, que es adoptar el sistema de escuelas de tiempo completo. Es decir, usar las escuelas todo el año y usar módulos para que sea fácil probar los conocimientos adquiridos por los estudiantes y reducir los desertores, reprobados y aplazados. Uno de los mayores activos que tiene el Estado es la infraestructura educativa, que está subutilizada en un 25% al ocuparse solamente nueve meses al año. Este modelo utilizaría la infraestructura educativa en un 100%. Dichas escuelas tendrían ciclos de enseñanza cortos. Cada año escolar se fractura en módulos donde el estudiante pasa ¾ del tiempo estudiando y ¼ en vacaciones. Igual los maestros. Los estudiantes y profesores siguen teniendo 9 meses/módulos de clases al año, igual que ahora, excepto que las vacaciones estarían repartidas durante el año cada 3 meses.
Entre los beneficios de esta propuesta están: uso eficiente de recursos del Estado; los maestros y estudiantes tienen la misma cantidad de vacaciones y días escolares que bajo el sistema actual; se puede evaluar mejor el desempeño del estudiante y el docente, y de mucha importancia, si el estudiante fracasa, solo tiene que perder tres meses o un mes, dependiendo de los mecanismos de evaluación. También permite reintegrar a desertores y a los aplazados. Aparte de esto, la infraestructura educativa sería sujeto de un mantenimiento y uso continuo, evitando las crisis que anualmente enfrenta el Meduca en habilitar las escuelas para un nuevo año escolar.
La idea del año escolar continuo no es nueva. México hoy tiene más de 25 mil escuelas de año completo que atienden a tres millones de estudiantes. Uruguay también ha adoptado este modelo de calendario escolar, al igual que muchos otros países.
Para avanzar nuestra educación, tenemos que romper barreras conceptuales. Esto es un reto para los gobernantes, los educadores y los padres de familia panameños.
El autor es abogado y economista
