El anuncio del emplazamiento de una imagen monumental de la virgen María en algún lugar del litoral de la ciudad de Panamá, es el motivo de este artículo. Sobre esta iniciativa hay varios elementos de fondo y forma que ameritan ser comentados.
La primera ciudad en tierra firme, Santa María La Antigua del Darién, fue de advocación mariana, de ahí su nombre; igual que la ciudad de Panamá –la primera fundada en el Pacífico– que fue consagrada a Nuestra Señora de la Asunción. El proceso de conquista y colonización española en América, junto al de urbanización, ha sido, a juicio de muchos estudiosos del urbanismo, uno de los sucesos más importantes y notables de la era moderna. Fue en el territorio americano que tuvo lugar un esfuerzo urbanizador sin precedentes en la historia de la civilización, siendo Panamá punta de lanza para este proceso.
En una entrega sobre monumentalidad y espacio público expliqué cómo, en la ciudad de Washington D.C., se hizo tributo a Martin Luther King. El diseño y discusión sobre el dónde, cómo y quién tomó cerca de 30 años y una millonaria inversión. La decisión de intervención en la capital de Estados Unidos no fue unilateral ni improvisada.
La Iglesia católica se adjudicó la idea de la virgen monumental, dejando al Ejecutivo en segundo plano. Esta declaración demanda comentarios, por la aspiración de una sociedad laica, en la que la asignación e inversión de los recursos para intervenciones urbanas debe ser tamizada con criterios integrales. ¿Se justifica, en un escenario social de pobreza e iniquidad y segregación, invertir en imágenes monumentales? ¿Necesita El Chorrillo reafirmarse en la fe, en vez de en educación y en oportunidades?
En varias ciudades del mundo se yerguen estatuas monumentales que sirven de hito y referencia. Por ejemplo, en Río de Janeiro, Brasil, está el Cristo Redentor (estructura de hormigón armado, de más de mil toneladas) que fue emplazado en la cima del cerro Corcovado, en el Parque Nacional de la Tijuca, en el contexto del Centenario del Brasil. Es la estatua art decó más grande del mundo, hecha por encargo al escultor francés Paul Landowski. Es un ejemplo notable de arte e ingeniería y, en 2007, fue elegida una de Las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. Esta estatua no se ubicó en cualquier punto de la ciudad ni se hizo de un día para otro; se concibió bajo el contexto conmemorativo del centenario del Brasil y su autor no es un pelagatos, él tiene propuestas monumentales reconocidas en ciudades como París y Roma, entre otras.
En Santiago de Chile, sobre la cima del cerro San Cristóbal, se levanta la imagen de la virgen María. Allí se encuentra el Santuario de la Inmaculada Concepción, inaugurado en 1908 por iniciativa del arzobispo de Santiago, gracias a donaciones particulares. La imagen, visible desde gran parte de la ciudad, se considera como un símbolo de Santiago y se levanta sobre el segundo cerro más alto de la ciudad. El sitio de emplazamiento fue el zoológico de la ciudad, que luego de una expropiación, fue objeto de una reforestación para transformarse en un espacio público.
Los dos ejemplos de estatuas monumentales en dos ciudades de la región, se pensaron, se diseñaron y se pusieron en contextos espaciales determinados para celebrar algún acontecimiento. Es decir, tienen un significado especial para las sociedades que las miran. En cambio, en Panamá, no se sabe cuánto costará ni quién se encargará de edificar la imagen de la virgen María. ¿Por qué queremos celebrar, en una sociedad excluyente y de disparidad en la distribución de riqueza y oportunidades, con una imagen mariana? ¿Es este el sentido cristiano de intervención?
Como un comentario final, parece que lo que se nos viene encima no tiene ni pies ni cabeza. La idea no es descabellada, lo descabellado es la forma en que se gesta, en cómo nace y la necesidad que lo justifica. A mi juicio, lo propuesto no tendrá otro objetivo que el de “enchecherar” el espacio urbano para recordarle a este pueblo los oscuros laberintos por los que estuvo dando tumbos la administración de lo público, en uno de los períodos más cuestionados en cuanto a generación de riqueza, inequidad, falta de transparencia, cordura, y en en el que la acción de monumentalidad y urbanismo se la toma la Iglesia.
