El Concilio Vaticano II será reconocido históricamente como la gran apertura de la Iglesia al diálogo: diálogo con las diversas culturas, diálogo ecuménico e interreligioso, entre los más significativos.
Presenciamos un tiempo en la humanidad en que las ideas, pensamientos y planteamientos que afectan a un número plural de individuos, deben pasar de la imposición a la concertación. Para concertar o llegar a un acuerdo conveniente, es necesario dialogar. Recurrir al diálogo no significa lograr que todos opinemos igual, sino contribuir a encontrar vías de entendimiento.
Sobre el tema del ordinariato castrense, nos parece que a la mayoría del clero nos tomó por sorpresa, ¿Por qué no se consultó en cada diócesis la conveniencia o no de este acuerdo? Creó que, sobre la base de un diálogo (como hemos abogado ya para el tema de la Caja de Seguro Social) tendríamos mejores elementos para transmitir a la feligresía y a aquellos que, no siendo católicos ni creyentes, perciben este acuerdo como un privilegio para nuestra Iglesia católica.
Creemos que debió, en primera instancia, realizarse un trabajo de docencia y explicar al pueblo en general de qué se trata. Por ejemplo, ¿qué es un ordinariato? En términos de derecho eclesiástico, se entiende por "ordinario", además del Papa, a los obispos diocesanos y todos aquellos que, aún interinamente, han sido nombrados para regir una iglesia particular o una comunidad a ella equiparada.
En el caso del ordinariato castrense, se habla de una institución jerárquica al servicio de la Fuerza Pública con una legislación propia. Si la Santa Sede lo juzga oportuno, se elige o nombra un obispo. El Gobierno, por su parte, deberá subvencionar la atención que este servicio demande.
En estricto derecho, no hay nada que pueda objetarse para llevar a cabo un acuerdo de esta índole entre dos Estados soberanos, la Santa Sede y la República de Panamá. Sin embargo, una impresión sería que si esa estructura se puede establecer para la Fuerza Pública de forma privilegiada, ¿por qué entonces no hacerlo también con los bomberos y los de SINAPROC? Ellos igual son hijos de Dios que sirven a la patria con amor y entrega como lo hacen los policías; y muchísimos de sus miembros son católicos.
Si se hubiera tratado esto con amplitud y explicado al pueblo la estricta misión pastoral de los capellanes castrenses, nos hubiéramos evitado buena parte de las virulentas reacciones de muchos panameños que, con alguna justificación, no olvidan los episodios más tristes de la era militar. Para bien o paral mal, ya existían en aquella época de nuestra historia capellanes castrenses. Si bien es cierto que la realidad de nuestras fuerzas armadas y de nuestro país hoy no es la misma de entonces, el hecho de no informar debidamente y de antemano sobre las intenciones del acuerdo, por rectas que éstas sean, despierta en las mentes y en los corazones de muchos el fantasma del militarismo.
Sin embargo, queremos recalcar aquí que el discrepar de un tema no nos da derecho a ser irrespetuosos y descomedidos, como ha ocurrido con el ex presidente Guillermo Endara.
Respetamos el acuerdo y esperamos que se cumpla favorablemente, para los policías de la institución. Pero mantenemos nuestra postura de que se habría podido evitar gran parte del malestar generado, si se hubiera debatido con mayor amplitud este tema. La transparencia y la rectitud de intención deben guiar siempre nuestras acciones para hacer creíble nuestro testimonio evangélico.
Que Santa María la Antigua nos ayude con su maternal protección a encontrar caminos de concertación y de entendimiento por el bien de nuestro país.
