En medio de la guerra fría, el dictador soviético Josef Stalin intentó mantener una alianza geopolítica con el líder de la revolución China Mao Tse-tung. A pesar de los mejores esfuerzos de Stalin, Mao mantuvo su propio criterio y llevó adelante su programa político, como dice la canción, “ tú allá y yo acá”.
En Panamá hubo muchos simpatizantes de Mao Tse-tung, incluso dentro de la Universidad de Panamá. Estos maoístas dieron lugar a serios enfrentamientos, hasta con armas de fuego, durante los años 60. En América Latina, las vertientes dominantes de la izquierda estaban alineadas con la Cuba de los hermanos Castro y, por lo tanto, con la Unión Soviética. Otra facción mucho más pequeña se alineó con el maoismo, y en especial en Perú, la organización Sendero Luminoso, fue la principal abanderada de esta tendencia en el continente.
Mientras las grandes potencias asumían sus propios cambios políticos, y el maoismo chino dio origen al reformismo que generó un exitoso capitalismo de Estado, los grupos de izquierda latinoamericanos se quedaron fosilizados en sus viejas categorías estalinianas.
La renovación económica china ha convertido el país asiático en el principal rival de los Estados Unidos. Aunque China ha evitado el error soviético de despilfarrar una parte significativa de sus recursos en una carrera armamentista con el coloso del norte, se ha enfocado, en su lugar, en convertir a Estados Unidos en un país dependiente de la producción china. Esto lo ha entendido el presidente Trump de los Estados Unidos, y ha tratado de disminuir esta dependencia, sobre todo, en alta tecnología.
En Panamá, según reportes periodísticos, la Embajada de la República Popular China se ha acercado al Partido del Pueblo y su nueva dirigencia. Para el lector que lo desconoce, este partido era el bastión tradicional de la izquierdad prosoviética, y por lo tanto era un detractor natural del maoismo.
Este tipo de acercamiento me imagino que debe estar ocurriendo en toda América Latina. China hace en la actualidad, lo que la Unión Soviética solía hacer décadas atrás: viajes culturales con todos los gastos pagos para jóvenes intelectuales, sindicalistas, y hasta empresarios.
No creo que sea un renacimiento del maoismo, sino la afirmación de un nuevo poder hegemónico que deja su marca en el mundo.
El autor es abogado y periodista
