Surgen análisis que determinan que esa partidocracia reinante solo ha servido para beneficiar a unos pocos y es por ello que los partidos que aún subsisten deben lograr un ambiente que contribuya a mantener una unidad monolítica libre de divisionismos y deserciones; lamentablemente esto no se da ni en los de oposición ni en los que son afines a la actual administración, y diríamos que el factor principal es, sobre todo, la poca o nula colaboración que le da la dirigencia a las bases, y resulta paradójico que son ellas las que le proporcionan beligerancia y poder a dicha dirigencia y la gran mayoría utiliza estos cargos o posiciones para beneficios propios, lograr prebendas y canonjías que los catapultan a incursionar en el círculo de los poderosos.
Cuando un ciudadano común, perteneciente a un partido político, acude a uno de estos señores con el propósito de recibir algún tipo de ayuda, simple y sencillamente le dan la espalda.
Resulta irónico que a la hora en que se aproximan nuevos comicios, o cuando hay convenciones, se recurre -como de costumbre- a las bases para lograr apoyo, y es entonces cuando se da lo que conocemos como el "voto castigo" por el poco apoyo o ayuda recibida de los que están en la cúspide, a donde aquel humilde y fiel copartidario acudió y en esos cinco años nunca se le dio respuesta a sus peticiones, ni a él ni a su familia.
Sabemos que al empleado público, sobre todo a aquel que de verdad trabaja y que siente que es parte del desarrollo de la administración pública, debe respetársele, pero en todos los gobiernos hay las llamadas botellas, que no son más que parásitos que pululan en todo el engranaje estatal y están allí por parentesco, amiguismo o simplemente son serviles de sus jefes.
Se ha hablado de corrupción hasta la saciedad, pero nunca se ha dicho que dentro de los partidos políticos también hay a gran escala y con mayor énfasis en los más fuertes.
El Gobierno no es un pastel para repartir los puestos a diestro y siniestro; se llega allí para trabajar por el Estado, ya que el Estado somos todos. Se elige un Gobierno en el que se debe seleccionar a hombres y mujeres que quieren trabajar por un Panamá libre de corrupción, para lograr mejores beneficios en lo económico y social, para erradicar dos males que representan el mayor problema nuestro: la pobreza y el desempleo; crear leyes que incentiven nuestros sectores fundamentales que son el servicio y el agropecuario, pero lamentablemente en campaña política se promete mucho y se cumple poco.
Se requiere desarrollar políticas dirigidas al aspecto social con el propósito de mejorar la calidad de vida de los panameños, por tanto se deben implementar programas para los sectores de salud, educación, vivienda, y otras infraestructuras. Serían tareas prioritarias para un buen estadista que esté al frente de la cosa pública.
Sabemos que la tarea no es fácil, pero tampoco es imposible; dejémonos de indecisiones y escojamos la mejor opción para este próximo quinquenio. Estamos conscientes de que Panamá y el mundo atraviesan por una crisis económica alarmante, pero un dirigente comprometido con lograr mejores días para nuestro país, con iniciativa y tenacidad sabrá buscar fórmulas adecuadas que permitan un desarrollo acorde con las exigencias de nuestra población.
El futuro está en nuestras manos y los dirigentes políticos sin sus bases no son nada; la clase política en general ha perdido credibilidad. Aún hay oportunidades para que los pocos líderes que quedan y que tienen interés en un Panamá mejor, logren un porvenir justo y equitativo. Esperemos que así sea.