Es noviembre y todo el país se paraliza en su anual rito republicano de veneración a la patria.
Desfiles, dianas y galas folclóricas llenan la agenda cultural del mes de la patria.
Y como buen panameño evitando el sol asesino me apresto a ver el desfile desde la comodidad de mi casa.
¡Que falta de civismo!, gritará desgarrándose las vestiduras algún fariseo patriotero.
Pero lo que no sabe es que lejos de las inclemencias del tiempo, del tumulto y el barullo de las bandas escolares e independientes, se da la oportunidad insuperable de meditar sobre lo que se puede apreciar desde la pantalla chica... (al menos eso alego yo...).
Al ver a las simpáticas batuteras y tambores mayores que con la lozanía de su juventud deleitan la vista del espectador, más allá de los reggaes chabacanos convertidos en marchas, los montunos, los birretes y los bailes de las bandas de guerra... al son de un clásico del hit parade de la dictadura militar (aquella que decía "La patria nos llama..."), me vino a la mente qué maravillosa es esta patria.
Una patria que todo lo perdona y todo lo olvida y nada le acompleja, imagínense si en España, Chile o Argentina a alguien se le ocurriese tocar una tonada del franquismo o del pinochetismo, ya se hubiesen convocado a los cazafantasmas para extirpar y desaparecer al ocurrente "fascista" (quizás solo un simple patriota).
Y eso que a pesar de que nuestro régimen militar al igual que los otros, usó y abusó de los términos patria, nación y pueblo, y en su nombre torturó, asesinó y desapareció a muchas personas, además de dilapidar los recursos del Estado y dejarnos una deuda impagable. A pesar de todo ello, aquí, evocar dichos términos de la misma forma como lo hicieron los militares no le causa el más mínimo rubor ni al más demócrata y civilista de nuestros políticos criollos. ¡Esa es mi patria maravillosa!
La que con una madurez mayor que la de cualquier país supuestamente del primer mundo sabe que ni la patria, la nación ni el pueblo son términos que le pertenecen a ideología alguna ni de izquierdas ni de derechas, nos pertenecena todos.
Una Patria en la que sus juventudes con gran emoción desde el mes de julio se aprestan a practicar y jugar por breves instantes a ser soldados marchando como gansos, jugando con rifles, sables, banderas y estandartes y no por ello sienten que cometen pecado alguno, enorgulleciendo a sus padres, a su escuela y a sí mismos, sencillamente porque nadie so pretexto de una supuesta memoria histórica les sometió al bombardeo propagandístico de los que estaban a favor o en contra del régimen que no es más que inculcar el odio y el rencor en las generaciones venideras. ¡Esa es mi patria maravillosa!
La única en el mundo donde el hebreo y el árabe son amigos y hacen negocios entre sí. Donde el descendiente de un pobre italiano sureño puede aspirar, después de mucho esfuerzo, a darse la vida de un norteño como Gianni Agnelli o donde un hindú de casta baja puede aspirar y conseguir tanto poder económico y social como un brahmán en el mismo espacio y tiempo. ¡Esa es mi patria maravillosa!
Donde mientras en otras sociedades el "Diálogo de Civilizaciones" o la "Cultura de Paz" es una utopía, en estos 75,517 km2 de suelo istmeño es una centenaria realidad construida desde la convivencia pacífica del pueblo y no por imposición de una élite ilustrada que le lave o exagere a los defectos que pueda tener x o y cultura o religión, aquí se aceptan tal cual. ¡Esa es mi patria maravillosa!
El único lugar en el mundo donde un pobre jubilado de primer mundo puede darse el lujo de vivir como magnate con la misma pensión que recibe en su país. El único lugar en el mundo donde las edificaciones más altas y monumentales no exaltan al poder político ni económico, sino más bien al poder adquisitivo de la persona que vive en el piso 100. ¡Esa es mi patria maravillosa!
Pero no todas las maravillas son positivas, pues en esta patria maravillosa, maravilla una pesadilla que nos persigue, pues en el mismo espacio y lugar convive uno al lado del otro el magnate junto con el limosnero sin el más mínimo sentido de responsabilidad de ambas partes por mejorar la situación, uno, por falta de solidaridad y, el otro, por falta de visión y derrotismo.
Un lugar donde conviven tres países al mismo tiempo: el de primer mundo de las clases altas y medias urbanas, el país progresista de la campiña y sus emigrantes, y el país de tercer mundo de nuestras zonas rojas, comarcas indígenas y regiones apartadas. Algo que maravilla y confunde al punto del mareo y del asco.
¿Mostraremos el mismo entusiasmo con que nuestra juventud desfila y busca verse elegante en fiestas patrias para que esa pesadilla no termine de hundir el sueño de la patria maravillosa? Amanecerá y veremos.
