PENONOMÉ, Coclé. El obispo de Coclé, Uriah Ashley, aclaró que en ningún momento acudió a la cárcel para pedir perdón a nombre de la Iglesia católica, a Marcos Manjarrez Davis, asesino confeso del padre Jorge Altafulla.
El pasado jueves, Ashley visitó a Manjarrez en la cárcel para cumplir, según él, con su deber de sacerdote de visitar a un preso y no para pedirle perdón, como se ha querido interpretar la visita.
Está claro que en este caso es la Iglesia la que tiene que perdonar y no al revés, expresó Ashley en entrevista con La Prensa.
El obispo de Coclé reveló detalles de la conversación que sostuvo con Manjarrez. Dijo que el asesino reconoció que debe pagar por el crimen que cometió.
En primera instancia, agregó, la reacción de Manjarrez fue de sorpresa ante la inesperada visita.
Indicó que le preguntó cuáles fueron los motivos que lo llevaron a cometer semejante acción, y éste le contestó lo mismo que le había dicho a las autoridades en sus declaraciones.
Los motivos que lo llevaron a perpetrar el asesinato obedecían al odio que sentía contra Altafulla por haberlo expulsado del Seminario Mayor San José cuando tuvo cierta complicación con otro joven que también fue expulsado del seminario.
Por eso Manjarrez dijo sentirse herido y lastimado, indicó Ashley.
Sobre si notó arrepentimiento por parte del asesino, el obispo coclesano señaló que eso tendrá que declararlo él.
Incluso, el obispo de Coclé prometió a Manjarrez que visitaría a su madre, ya que ella también debe estar pasando momentos difíciles por la situación en que se encuentra su hijo.
Ashley le pidió de corazón a Manjarrez que diga la verdad y que no tergiverse las cosas, porque aunque esté tras los barrotes si dice la verdad alcanzará la paz. La verdad lo hará un hombre libre, remarcó.
Mientas, en la capital, los restos cremados de Altafulla ingresaron ayer casi en forma simultánea a la Iglesia de Guadalupe, en calle 50, con su homicida (Manjarrez), quien participó en la reconstrucción del crimen perpetrado el pasado domingo.
Familiares del sacerdote asesinado llevaron ayer a las 5.15 de la tarde las cenizas de sus restos para depositarlas en una cripta dentro de esta Iglesia, mientras Manjarrez relataba a las autoridades en ese mismo sitio cómo había cometido el crimen.
Manjarrez dijo en su declaración que hasta antes de morir Altafulla lo insultaba y le decía negro infeliz, vas a morir en el infierno.
Durante la primera fase de la reconstrucción del crimen, el asesino confeso llevó a las autoridades hacia el lugar donde, según su versión, encontró el arma homicida (un abrecartas en forma de daga o cuchillo).
Con anterioridad, Manjarrez había señalado que halló el cuchillo con el que mató al sacerdote dentro de la Iglesia, pero en la reconstrucción varió esta versión y dijo que el cuchillo lo encontró dentro de un cubo con objetos de jardinería en una residencia ubicada al lado de la Iglesia.
También dijo que antes de cometer el crimen repartió estampitas de la Virgen de Guadalupe a un grupo de personas que estaba esperando la misa y que luego rezó el rosario ante el altar y en uno de los confesionarios pidió por la paz mundial.
En un receso de esta diligencia los periodistas le preguntaron a Manjarrez si se arrepentía de haber cometido este crimen, pero guardó silencio.
El fiscal Rolando Rodríguez fue designado para llevar adelante el caso, en nombre del Ministerio Público.
