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Pedro Luis Prados: pastor de la razón

El 20 de diciembre nos dejó Pedro Luis Prados S. Un día paradójico como paradójica fue su vida, porque se fue precisamente en una fecha que él rescató en su libro Del otro lado del sueño, uno de los mejores libros de cuentos con el tema de la invasión, que mereció el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró.

Pedro Luis Prados S. fue docente universitario, escritor y crítico de arte. Desempeñó cargos de gran responsabilidad en la gestión cultural y en la educación. Fue autor de numerosos ensayos sobre filosofía, identidad cultural, estética y crítica de arte. Algunas de sus publicaciones sobre arte son: El paraíso perdido de Guillermo Trujillo; Cien años de pintura en Panamá; Manuel Adán Vásquez, el pintor, y La pintura en Panamá: trayectoria de una búsqueda. Mereció en dos ocasiones el Premio Nacional Literario Ricardo Miró en la sección cuento, con sus obras Bajamar (1997) y El otro lado del sueño (2002.)

Más allá del currículum, las distinciones, los méritos y el destacado académico, Pedro Luis Prados fue un humanista brillante que se destacó por la sinceridad aguda en sus escritos. Riguroso, inclemente y preciso; sus ensayos eran como agujas afiladas que lastimaban el útero canceroso de una sociedad que, para él, había perdido sus coordenadas desde hace tiempo.

En los últimos años cultivó un aparente pesimismo casi mortal. Algunas veces, cuando uno de mis artículos le llamaba la atención, me escribía para felicitarme y al mismo tiempo dejarme sus observaciones críticas que me ayudaban a esclarecer el pensamiento. Me decía que admiraba que aún tuviera fe y esperanza en este país, pero, inexplicablemente, me animaba a seguir pensando. Yo era uno de los amigos privilegiados que recibía directamente de su celular sus textos, donde exponía y argumentaba un enjambre de ideas afiladas como cuchillos.

Pedro Luis Prados no fue un pesimista. En términos filosóficos creo que fue una especie de antropólogo de la hermenéutica, porque estudiaba e interpretaba las composiciones simbólicas del ser panameño para tratar de darle sentido. En sus textos hacía reflexiones comparativas del comportamiento irracional de los sujetos que, más allá de la desesperanza crítica, buscaban una orientación. Por eso su criterio era muchas veces duro, porque su razón iba contra corriente, contra la sinrazón de una realidad claramente hermenéutica.

El razonamiento de Pedro Luis Prados era la razón contra la razón colonizada y alienada. Una razón afectada por la mediocridad. Su pensamiento buscaba la efectividad y no el afecto. Sus ideas proponían colores, porque Pedro Luis creía en la diversidad cromática del pensamiento. En un ensayo publicado en 1997 en la revista Identidades, escribió: “…estoy plenamente de acuerdo en que, si existe la posibilidad de una unidad cultural, es sobre la base de una sumatoria de los elementos comunes dentro de la diversidad”.

Fue un hombre progresista con pensamiento autocrítico, que es la base de una sociedad democrática y libre, porque sin la autocrítica no hay libertad. Por eso creía en que los problemas del desarrollo en nuestros países podrían encontrar solución en el pensamiento: “Superar el conflicto entre desarrollo sostenible (…) implica una tarea de reflexión y crítica permanente por parte de nuestros países”.

Creía que para lograr un verdadero desarrollo era preciso: “… superar los dogmatismos políticos y de los nacionalismos a ultranzas, para abrir las puertas de un diálogo en el que las minorías culturales y étnicas, los diversos sectores productivos, hombres y mujeres de diferentes condiciones sociales, tomen parte con miras a garantizar su supervivencia como colectivos sociales y a preservar sus identidades como individuos y como pueblos”.

Pedro Luis Prados fue un pesimista de esos que aportan ideas y propuestas para encontrar soluciones a los problemas. Se preocupó por temas esenciales, como la juventud, la cultura, el arte, la educación, la universidad, la ética, la política y la identidad. Sobre la juventud escribió en Dirigentes y dirigidos (2011): “Ayudarlos a encontrar una ruta de vida, orientarlos a buscar su vocación y motivarlos al uso del debate y la reflexión como instrumentos de la democracia y, sobre todo, ¡ayudarlos a crecer!”

El cuidado de la ética fue una de sus constantes. En Las malas conciencias (2018) escribió: “A las variantes psicológicas del panameño -encabezadas por el juega vivo- se ha sumado la racionalización en todas las capas de la sociedad, pero más evidente en los responsables de administrar el país. Desde presidentes a representantes de corregimiento, un manto oscuro y maloliente cubre a la administración pública”.

En el artículo Hacia una educación planetaria, queda impresa su noción de la educación: “La educación no es ruptura del pasado para imponer nuevas formas de desempeño, pero tampoco es la persistencia de la memoria en un anclaje inmutable. Ese pasado cimenta lo que somos hoy, pero también es referente de los paradigmas que nos impongamos para el futuro”.

Pedro Luis Prados fue hijo de la raza cósmica de José Vasconcelos, agricultor del criterio como José Martí, forjador del hecho estético como Guillermo Trujillo, pastor de la palabra como Ernesto Cardenal; predicador de la razón. Pensador universal y pensador mediador. La vida de Pedro Luis Prados S. fue como ese verso de Octavio Paz en el poema El cántaro roto:hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros…”

El autor es escritor


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