Cuando describo la opción y decisión de perdonar como un camino sanador, no pretendo –en ningún momento– que esto signifique justificar, excusar u olvidar, ni necesariamente implica reconciliarse con alguien.
El perdón es la respuesta moral de una persona ante la injusticia que otra ha cometido contra ella; el perdón nunca es ausencia de justicia, significa liberarse del peso soportado para continuar viviendo.
Al perdonar no borramos el mal perpetrado, no le quitamos la responsabilidad al ofensor por el daño que causó, ni se niega el derecho a la justicia, pero sí nos liberamos del odio, rencor, resentimiento y deseos de venganza, que nos auto–destruyen poco a poco.
El perdonar no es un acto espontáneo y natural, es un proceso intencional guiado por la razón, siendo así que, en muchas ocasiones, resulta un acto heroico para aquellos que han sufrido por sus agresores: violencia, exilio o desapariciones forzadas y asesinatos de seres queridos, sucesos que motivan sentimientos de odio y venganza.
Fred Luskin en su libro Perdonar es Sanar, describe el Proyecto de la Esperanza con mujeres, víctimas del conflicto armado en Irlanda del Norte que perdieron hijos por asesinato y él dice "una de ellas contó cómo secuestraron a su hijo de camino hacia el trabajo. Fue tirado dentro de una tumba angosta con las manos amarradas a la espalda, para recibir luego un disparo en la cabeza. Su cuerpo estuvo desaparecido durante 20 años". Hay que reconocer que éste es un proceso que desgarra las entrañas, bajo las circunstancias descritas, sin embargo, la experiencia liberadora del perdón puede ser experimentado aun en el corazón más herido. Luskin concluyó: "el proyecto terminó con mujeres que lloran la pérdida de sus hijos pero, gracias al perdón, ganaron fortaleza para afrontar su dolor".
Para perdonar o perdonarnos es necesario recorrer un camino sin límite de tiempo con nuestros sentimientos de rencor, ira, culpa, miedo, tristeza, impotencia, constatar la fragilidad humana y tratar de mirar desde afuera nuestra propia situación. Porque frecuentemente esa justicia deseada escapa de nuestras manos, entorpece nuestro crecimiento interior, nos ata al pasado doloroso y permite que las situaciones vividas controlen nuestra vida día por día.
La mayor aspiración del perdón es recuperar el poder personal y lalibertad, al no dejar que los límites impuestos por otros nos aten a un pasado doloroso, sino que tomemos de la experiencia aquello que nos ayude a crecer. Dejamos de ser víctimas de las circunstancias y nos transformamos en co–creadores de una nueva realidad. Le quitamos al momento doloroso o a quienes nos causaron dolor, el protagonismo de nuestra historia y retomamos nuestro rol principal en ella.
El resultado del perdón tiene el enorme privilegio de sanar heridas aparentemente incurables. Anthony de Mello, decía: "Usted no hace nada para ser libre, usted descarta algo. Entonces es libre". Esta es una forma de purificar tu mundo interior.
El perdón requiere acciones reparadoras, especialmente, para aquellos que de manera intencional han hecho daño. No reconocer el daño que se ha causado los lleva al cinismo, a adquirir una máscara, a vivir atormentados por la culpa, a sentir que todos alrededor les causarán daño y a vivir en un mundo de desconfianza.
Desearía que mis palabras puedan penetrar en el corazón de algunos y estoy segura de que despertarán el rechazo en el corazón de otros; sin embargo, son inspiradas por experiencias propias, conocimientos y de compartir con tantos corazones heridos que transitan por la Fundación. Mi mensaje "es perdonar", no es olvidar que algo doloroso ha sucedido, es darle un espacio a nuestros sentimientos, es recordar sin odio ni amarguras, sin la herida abierta, sin respirar por ella.
Es importante para esta sociedad ponerle fin al ciclo del odio, el rencor y el resentimiento, reconociendo y reparando el daño que hemos causado o que nos han causado, por nuestro propio bien y por el bienestar de las futuras generaciones, es un regalo para nuestros hijos, pues así vivirán en una sociedad donde no hay espacio para la violencia y mucho menos para el clamor de la venganza.
