Gracias a Dios que Eagle no es el único canino dedicado a estos menesteres, y que más ayuda desciende a todo vapor hacia Panamá en forma de tres perros y tres sheriffs de Florida. Otro ejemplo de mano intrigante es la que podría haber ordenado a un carro sin placa arrollar a uno de los testigos principales en este drama, logrando golpearlo solamente en la pierna gracias a un grito de aviso dado justo a tiempo. El candidato Torrijos está en un dilema. Tiene que tomar una decisión antes de que las cosas se pongan más al rojo vivo. O no hace nada, entonces la agresión continuará, o declara abiertamente y con fuerza que la búsqueda de nuestros difuntos es correcta y que él también la apoya, tal y como estadistas de todo el continente han hecho con el tema de los desaparecidos en sus países. Si toma el primer camino, los carentes de compasión se frotarán las manos con regocijo anticipando su victoria, calculando cuántas cabezas más van a cortar. Pero los panameños no somos bobos y ya comenzamos a vislumbrar a quienes están detrás de los ataques, de la conspiración. Esto sí podría afectar su candidatura, pero no sería nuestra responsabilidad. Si toma el segundo camino, creo sinceramente que recibirá el apoyo y el respeto de casi todos los panameños, menos de los criminales y sus secuaces, por supuesto. Gracias a Dios la inmensa mayoría de los istmeños posee la virtud de la compasión y están muy de acuerdo con que los que perdimos familiares y amigos podamos llorar sobre sus tumbas; y no lo están con los cortacabezas, sus amigos y portavoces.
Omar Torrijos no fue un dios, aunque algunos por razones dignas de ser estudiadas por la ciencia médica o psicológica quisieran convertirlo en eso. Fue un hombre como todos, con acciones buenas y malas. Y me atrevo a afirmar con lo poco que lo conocí, que él quería que sus pupilos volaran solos, con opiniones propias, y que brillaran con luz independiente. De eso hay muchos ejemplos. Y aprovecho para decir que Héctor Gallego también pensaba así. Yo a veces no estoy de acuerdo con mi padre y se lo digo. Martín también podría no estar de acuerdo con algunos asuntos de su padre, Omar, y decirlo, sin que éste, aunque estuviese vivo, pudiera reclamárselo. Es más, me da la impresión de que hasta podría alegrarse por la independencia y valentía de su vástago. También los hombres cambian y podría suceder que acciones que pudieron darse al principio de su gestión, al final hubieran sido inaceptables para él. Quitándose este último obstáculo, si yo fuera Martín apoyaría el esfuerzo de tantos panameños que sin fines politiqueros lo único que queremos es encontrar y enterrar bien a nuestros muertos. Nada más. Pero nada menos. No escucharía a quienes le susurran que los que buscan a sus desaparecidos tienen fines tenebrosos en contra de su candidatura. Desautorizaría y desarmaría a los maleantes y a sus socios. Huiría de ellos como si tuvieran la peste, al igual que de los ladrones y aprovechadores. Entonces habría dado un paso gigante para convertirse en el estadista que Panamá tanto necesita, por encima de los intereses de familia, grupo o partido, avanzando en el camino para convertirse en el presidente de todos los panameños, incluyendo a los amigos y familiares de los desaparecidos, pues habría adquirido la virtud de la compasión hacia nosotros. Me parece que entonces su padre le sonreiría desde donde quiera que se encuentre. Y Héctor, junto con más de 100 almas en pena que buscan reposo en tumbas que se puedan visitar, también.
