Recientemente, llegó a mis manos aquella joya de la literatura española, Don Quijote de la Mancha y, a pesar de haberla leído en dos ocasiones, no encontré entre sus líneas la frase que titula mi presente reflexión.
Investigando un poco, corroboré que esta frase, a pesar de tradicionalmente serle atribuida al personaje de Alonso Quijano (Don Quijote), no le corresponde. Quien da vida a la frase es el gran Goethe (autor de la famosa novela Fausto), quien en 1808 escribió un poema en el que indica que los ladridos de los perros son señal, para un inseguro caminante, de que aún sigue en el camino. El poema se denomina Labrador.
Pero ¿En qué momento se coló Sancho en la expresión? Difícil saberlo, aunque todo indica que fue en la primera mitad del siglo XX; alguien supuso que la frase era del Quijote y le agregó el Sancho, con mucha fortuna, por cierto, porque el error se propagó exponencialmente. Así, El Quijote, sin querer, hizo suya la frase.
Quien no es un erudito de la literatura española (como esta servidora), solía atribuir equivocadamente la autoría de esta frase al personaje loco y valiente, cuyas aventuras y sueños podemos conocer gracias a Miguel de Cervantes Saavedra.
No obstante, e independientemente de que el hidalgo personaje haya dicho o no las mágicas palabras en la obra de Cervantes, lo importante es el mensaje que conlleva la trastocada frase: no desfallecer ante el primer obstáculo que se presente en la realización de una labor y/o, en pos de nuestros sueños y metas. Siempre habrá quienes emitan juicios.
Ojalá esto sea lo que haya querido decir la directora de Migración, cuando en días pasados citó erróneamente la frase en discusión, modificándola notablemente: “Cuando los caballos están cabalgando, Sancho, es señal de que estamos haciendo nuestro trabajo”.
Quizá ella también daba por sentado que la frase alguna vez la pronunció Don Quijote de la Mancha. No obstante, convendría que antes de citar alguna frase célebre, pensamiento, refrán o cita, de algún personaje (real o ficticio), escritor, poeta y demás, en sustento de nuestras opiniones o discursos; nos ilustremos antes en cuanto a su correcto tenor literal y significado; sino, no la usemos; ya que corremos el riesgo, por querer pasar por eruditos, de decir una verdadera “cantinflada”.
