Me tienen desquiciada los cables USB. No por la parte USB, sino por lo que hay en el otro canto.
Es más, el extremo de la conexión USB es una de las pequeñas bendiciones tecnológicas –pequeña, digamos, en comparación con el telescopio Hubble, o desde un punto de vista más mezquino, una pantallota de plasma esas de cuatro cifras, o uno más altruista, los carros que se parquean solitos— porque para la mayoría de periferales de las computadoras, es el conector universal.
Pitongo, “porsiaca” es un panameñismo que hasta ahora ¡y enhorabuena! viene a integrarse al léxico “autorizado” del español, con su flamante debut en el Diccionario de Americanismos de las Academias de la Lengua, publicado en 2010: “Parte sobresaliente de un objeto”.
Y me imagino que comenzó cuando unimos “pito” + “-ongo”, ya que este último sufijo es algo despectivo.
Ya traía el prurito del otro extremo de los cables USB bajo otras guisas, cuando las computadoras comenzaron a cambiar los tipos de pitongos de los conectores: que si la marca X traía el conector con un pitongo redondo, la Y cuadrado y la Z octagonal, y todos de tamaños diferentes.
Recuerdo con nostalgia cuando los pitongos de las llantas eran todos igualitos, sin importar la marca o modelo de la bici.
Y ahora, el que me ha convertido el prurito en más que una sarna, o “brasa” (impétigo) –que era lo que decíamos que teníamos en primaria porque ya en secundaria, cuando alguien aparecía con ampollas por los labios, también se lo endilgaban a la “brasa” cuando todos sabíamos que era una herpes simplex lo que traía el supuriento— es el pitonguito de las cámaras y los teléfonos.
Ya esto no es brasa: es herpes, y triplex. Se trata del pitongo de las benditas cámaras y celulares. Porque todos parecen igualitos: palitos rectangulares y casi microscópicos, a diferencia de los antedichos cargadores y adaptadores, cuya forma te permitía delucidar a qué aparatos pertenecían.
En cambio, el canto USB del cable siempre es igualito. Así que te vas a París, Herrera, o París, Francia y cuando llegas, “tejo”.
El pitongo no le entra al aparato indispensable del momento. Con tu pareja, ningún problema. Ya los hindúes hace rato se encargaron, con el Kama Sutra, de explicar las correspondencias entre macho y hembra –terminología que también se usa para los conectores y sus receptores— y como se ha traducido ad nauseam, no tienes que saber sánscrito, amén de que “ese” pitongo no viene conectado a un homogéneo cable de USB. Pero si pueden hacer todo tipo de maravillas, ¿por qué rayos no hacen un pitongo universal? Y recuérdense de mí ahora en las vacaciones de medio año, cuando estén en algún París (hay otro en Texas) y quieran pasar las fotos de los mocosos a la laptop y no tengan el pitongo correcto.
Se fregaron los abuelos… y de paso ustedes, que no pueden restregarle al resto de la humanidad las fotos del Louvre.