Hace cerca de dos años, para algunos comenzó la incertidumbre respecto a quién sería el próximo presidente y el Gobierno de Panamá. Contábamos con una Asamblea Nacional, cuya mayoría era oficialista (incluyendo a los tránsfugas), y un vicepresidente que pasó a ser parte activa de la oposición; todas las semanas surgía la noticia de un escándalo, y no terminábamos de entenderlo, cuando por los pasillos se asomaba otro que le quitaba el protagonismo.
El Presidente gobernaba de manera muy diferente a cualquier otra antes vista, cada proyecto para el país resultaba más impresionante y moderno que el otro, y gozaba de la aprobación popular de la gran mayoría del país. No entraré en los detalles que hemos escuchado y leído en cada noticiero, periódico y redes sociales sobre los errores, horrores, cosas buenas, bonitas o feas.
Ahora solo faltan unas cuantas semanas para que culmine esta administración, en la que el Vicepresidente, desde la oposición, fue electo por la mayoría del pueblo como el nuevo mandatario por los próximos cinco años. Ahora que ya tenemos presidente electo, ¿cuál será el futuro que nos depara? Lamentablemente, nadie es adivino para conocerlo, pero sabemos con claridad lo que esperamos de él.
El pueblo quiere que cumpla con todo lo que prometió durante la campaña, con su eslogan “El pueblo Primero”; que respete la democracia, mantenga el país en un crecimiento sostenible, trabaje y continúe las obras que han cambiado y beneficiado a Panamá durante el último quiquenio, muchas de las que él ayudó a idear y planificar.
Definitivamente, se necesita alguien que logre unir a todo el país para que camine en una misma dirección; que resuelva los conflictos de política exterior; que renueve las instituciones y mejore su funcionabilidad; que genere políticas de Estado que permitan el desarrollo y el fortalecimiento de los pilares de la economía, como el Canal de Panamá, la Zona Libre de Colón, el sector bancario, el turismo, la construcción, la agricultura, la ganadería y otras industrias importantes. Pero, ante todo, se quiere de un mandatario que se preocupe por eliminar la pobreza, y una de las herramientas para alcanzar esto es a través de la educación. Así se observa en varios países del mundo, como el caso de Singapur, en donde el sistema educativo es un ejemplo para el mundo.
Si en Panamá se logra elevar el sistema de educación y se permite que todos, sin importar qué tan lejos de la ciudad vivan, tengan acceso para nutrirse intelectualmente, de seguro contaremos con un país en el que todos podremos trabajar para generar el propio sustento diario. Quizás no se logrará erradicar la pobreza por completo, pero sí disminuir los niveles.
¿Cómo mejoramos el sistema de educación? Definitivamente, empezando por los que educan.
Debemos capacitar a los educadores, brindarles las herramientas, la infraestructura y asegurar que su capacidad para instruir a los estudiantes sea la adecuada y vaya acorde con las exigencias del nuevo sistema de educación.
El próximo presidente, su Gabinete y el gobierno que conformarán tienen una tarea muy difícil. Cumplir con todo lo que se han comprometido no será fácil, porque muchas de esas propuestas son parte de los reclamos que el pueblo le manifestó durante la campaña electoral. Solo nos queda a nosotros, los ciudadanos, hacer el mayor esfuerzo para trabajar, asegurar y garantizar que el Presidente alcance los objetivos trazados. Debemos caminar todos en una misma dirección. Solo así lograremos, con el apoyo de un gobierno totalmente comprometido con nuestro país, alcanzar las metas comunes. No dejemos de hacerlo, para que no haya excusas.