Las sociedades modernas han vivido hechos que han generados transformaciones en todo nivel, como: el crecimiento de la población, la globalización, la multiculturalidad, el aumento de los niveles educativos, la pobreza, la sociedad de la información y el conocimiento, los derechos civiles, políticos y sociales, etc.
Sin lugar a duda, la sociedad actual va cambiando a pasos agigantados y el efecto sobre el hecho educativo es significativo. En otras palabras, los cambios sociales y el ritmo de los mismos, hace que nos plantemos de una forma seria el tema educativo. Las Universidades tienen la responsabilidad de identificar con precisión la dirección del cambio, y la transformación a realizar, para proyectarse prospectivamente hacia el futuro y así promover el cambio necesario en la sociedad.
La educación superior tiene la responsabilidad social de hacer avanzar la comprensión de problemas con dimensiones sociales, económicas, científicas y culturales, así como la capacidad de hacerles frente. (UNESCO Conferencia Mundial de la Educación Superior, 2009).
Ante esta realidad se reclama un conocimiento del mundo en que vivimos, pero no como mero receptor sino también en ofrecer soluciones y mejoras desde un punto de vista tanto ético como social. El reto de la educación superior es ayudar a resolver los problemas sociales, a través de un compromiso social que responda a los principios éticos y a la formación en valores.
Las universidades están llamadas a pronunciarse en la búsqueda de soluciones a los agobiantes problemas de la sociedad actual, pero con la pandemia de la Covid-19 han tenido que adaptarse ella mismas a una nueva realidad, enfrentándose a retos como la digitalización forzada, las barreras digitales, los problemas de conectividad y la falta de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación. Esto ha hecho que cada institución educativa se enfrente a un gran desafío adaptativo para solucionar sus propios problemas generados por esta crisis sanitaria, y a la vez reconstruir y estimular la innovación en una diversidad de áreas a través de sus funciones de investigación, enseñanza y vinculación social.
Ante este panorama debemos preguntarnos, ¿si realmente las universidades han reflexionado sobre el compromiso o el reto que debe asumir hoy en día?
Posiblemente el desafío que más engloba a nuestras universidades en el siglo XXI es la de contribuir significativamente a construir una sociedad basada en el conocimiento, que afronte con eficacia y equidad los grandes problemas de la región.
La tarea no es fácil, pero se apela a la educación de valores éticos y morales como vía para lograr una conciencia moral, que logre generar nuevas conductas humanas y sociales.
Ante estas situaciones debemos apelar por la adopción de políticas activas orientadas a fomentar el desarrollo humano, a revertir la desigualdad y la exclusión social dondequiera que estas se presenten. El impulso a políticas y programas nacionales que promuevan el desarrollo con equidad y justicia social se han transformado en un imperativo para mejorar los grandes problemas de nuestra sociedad.
La autora es profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Panamá

