EDUCACIÓN SUPERIOR

Ser profesionales íntegros: Moisés E. Quijada F.

Desde el primer día de clases, los profesores de la maestría de administración de negocios (MBA) nos hacían preguntas clave para conocer nuestro nombre, profesión, lugar de trabajo y, en algunos casos, cómo nos visualizábamos dentro de 10 años. Esto va muy de la mano con las expectativas que tenemos al iniciar los estudios para desarrollar, perfeccionar y actualizar las habilidades que demandan las nuevas tendencias administrativas, enriquecer los conocimientos adquiridos con base a la experiencia, y concretar un proyecto lo menos riesgoso posible para la conformación de nuestras empresas. Así se logra satisfacción personal, capitalizándola con buenos rendimientos, a la vez que se contribuye a la generación de empleos y se aporta al desarrollo de la sociedad y el país.

Es decir, quienes buscamos el perfeccionamiento profesional mediante una maestría, anhelamos ser buenos administradores o gerentes a la vanguardia de las necesidades directivas que requiere un mundo empresarial en crecimiento acelerado. Sin embargo, los egresados de un MBA debemos entender que la empresa más importante que tenemos es la familia. Por eso, no solo se trata de desarrollar las habilidades directivas de los administradores empresariales. En esencia, se trata de llegar a ser un maestro en la forma de regir la propia vida, con base a principios éticos y morales, con alta capacidad para resolver problemas, desarrollar una comunicación limpia, escuchar nuestros pensamientos, y manejar los conflictos interpersonales, de forma ágil. Sabemos que llevar a la práctica todos estos conocimientos a veces tarda, pero es fundamental para convertir las costumbres en hábitos de excelencia.

Es decir, tras superar ese primer reto de desarrollar el autocontrol, entonces podemos trabajar en el entorno más cercano e importante: la familia. Solo después de ser un “maestro” en la forma de administrar mente, cuerpo y alma, podemos afrontar el siguiente reto que consiste en transmitir amor a los seres queridos, valorar cada momento y compartir el mayor tiempo posible con ellos, para fortalecer los lazos afectivos y los valores. Debemos empoderar a los hijos y delegarles obligaciones y responsabilidades acordes a sus edades y capacidades; consultar decisiones con la pareja; implementar metas familiares pero, sobre todo, educar a los niños. Digo educar, porque es tarea de los padres formarlos con base a buenos valores. Esto ayudaría a prevenir muchos de los males sociales que vemos reflejados hoy día en las noticias. Por último, después de administrar estas dos empresas, que considero las más importantes, queda un último reto: aportar al desarrollo económico del país, ya sea como líder empresario, con su propio negocio, o como administrador de alguna empresa, para desarrollar y poner en práctica las habilidades directivas aprendidas en el desarrollo de la maestría.

Nuestra sociedad necesita más profesionales que cumplan, a plenitud, estos tres retos, y sean realmente personas y empresarios de éxito.


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