Las leyes crean orden y propósito. (1) Orden, para que no prevalezca la confusión en el país. Leía en un artículo de psicología: “Así como está tu cuarto, así está tu cabeza”. Supongo que bien podemos parafrasear y decir: “Así como están nuestras leyes, así está nuestro país”. El orden propicia que prevalezca la tolerancia entre los ciudadanos. Fue John F. Kennedy quien dijo: “La paz mundial, como la paz comunal, no exige que cada hombre ame a su prójimo; exige solo que vivan juntos con mutua tolerancia, sometiendo sus controversias para que sean resueltas con paz y justicia”. (2) Propósito, para que prevalezca la gobernabilidad en el país. Porque “lo que la ley gobierna, también preserva”. Esto equivale a lo que en ciencias médicas se llama “automatismos del cuerpo”. Sabido es que si ingerimos ciertas sustancias, estas dañarán los “automatismos de nuestro cuerpo”.
Un tanto sucede así con las leyes de un país. Ahora bien, ¿qué “sustancias” (hablando figurativamente) pudieran dañar los automatismos del cuerpo jurídico de un país? Debo entender que muchas. De ello nos podrán hablar mejor nuestros hombres y mujeres de leyes, pero permítaseme solamente en esta ocasión hacer referencia a algo que dijera un gran estadista norteamericano: “Para que se conserve nuestro gobierno no solo es necesario que desaprobéis toda oposición irregular a su legítima autoridad, sino también que resistáis, con empeño, a toda innovación de sus principios, no importa cuán especiosos los pretextos.
Un método de ataque podría consistir en efectuar en las formas de la Constitución alteraciones que afecten la energía del sistema, minando así lo que no puede derrocarse directamente.
Cuando se os proponga alguna innovación, recordad que el tiempo y la costumbre son tan necesarios para fijar el verdadero carácter de los gobiernos como el de las demás instituciones humanas; que la experiencia es la más segura piedra de toque para probar la verdadera tendencia de la Constitución de un país; que la facilidad de hacer cambios, fiándose en el crédito de meras hipótesis y opiniones, expone a cambios perpetuos en razón de la interminable variedad de hipótesis y opiniones... La libertad misma hallará su guardián más seguro en un gobierno en el que los poderes estén adecuadamente distribuidos y arreglados; el gobierno, en realidad, apenas es un nombre cuando es demasiado débil para resistir a las empresas de las facciones, para contener a cada miembro de la sociedad dentro de los confines que prescribe la ley, y para conservarlos a todos en el goce pacífico de los derechos personales y de la propiedad…” Pudiera darse el caso, como en efecto parece ser, que nuestras leyes necesiten adecuaciones; pero ellas deben ser producto del consenso y no producto de caballos troyanos so pretexto de hacerse o resguardar un nombre.
A la hora de hacer estas adecuaciones remitámonos al espíritu de nuestras leyes primigenias en el sentido de tener una comprensión meridiana de la intención o propósito que prevalecía entre aquellos que las crearon, en su momento, pletóricas de porvenir.
