La pandemia nos ha golpeado duramente. Aunque el impacto económico es enorme, no menos importantes han sido sus efectos sobre la educación pública y la institucionalidad democrática.
Las insuficiencias del sistema educativo no solo han quedado al descubierto: se han agravado exponencialmente. Contra lo poco que nos quedaba de institucionalidad democrática han atentado la rapacidad sin límites del grupo gobernante, los inconstitucionales decretos violatorios del estado de derecho y el empoderamiento de una fuerza pública corrupta y represiva, a la que se ha asignado la tarea de aplicarlos, en detrimento de la seguridad y las libertades ciudadanas.
Los panameños de buena voluntad debemos pensar en la renovación nacional a partir de un elemento aglutinador de la sociedad, que nos inspire y motive hacia el mejoramiento colectivo. La meta debe ser un país más educado, saludable, culto, democrático, honrado, ecológico, civilizado y, por ende, más próspero.
El bicentenario de la independencia (1821-2021) provee un punto ideal de convergencia hacia el logro de los objetivos planteados. Este bicentenario constituye una conmemoración con la que podemos identificarnos todos los panameños de buena voluntad.
Su aspecto central es la adopción de la forma republicana de gobierno. Frente al régimen vigente—el despotismo monárquico—los istmeños de 1821 optaron por la república.
Esta opción no ha perdido relevancia. Una república es un gobierno de ciudadanos a través de representantes, limpiamente elegidos, que operan en un marco de separación de poderes.
La república—término procedente del latín “res publica” o “cosa pública”—es un sistema político de respeto entre conciudadanos, igualdad jurídica, sometimiento a la ley, libertad, honradez y participación cívica en aras del bienestar colectivo. Esos son los principios que la conmemoración del bicentenario debe impulsar en todas las esferas, sobre todo, entre la niñez y juventud.
Hay muchas maneras de generar entusiasmo republicano. La educación ciudadana es una de ellas.
Panamá es un país cada vez más caracterizado por la incultura, el desinterés por lo público, la codicia, el irrespeto a los semejantes y el sempiterno “juega vivo”. La formación cívica contribuye a combatir estos antivalores y, para promoverla, no hay vehículo más eficiente que la lectura.
En un país donde la gente no se interesa por leer y el analfabetismo funcional abarca a grandes segmentos de la población, la conmemoración del bicentenario debe impulsar la lectura de manera prioritaria.
Los valores republicanos pueden esparcirse a través de diversas expresiones culturales. La música, las artes plásticas, la danza, la escritura, las actividades deportivas y manifestaciones orales como la oratoria, la declamación y la narración, pueden usarse con éxito como vehículos de difusión del republicanismo democrático.
Según ha sido comprobado, la regeneración del entorno urbano contribuye a mejorar la convivencia social y el civismo. Hace décadas, sin embargo, los pueblos y ciudades de Panamá, inmersos en un proceso de afeamiento y degradación que fomenta el malestar social, van por la vía contraria.
La recuperación de inmuebles con valor histórico, estético o patrimonial—los pocos que quedan en nuestras ciudades y pueblos, pues en su mayoría han sido destruidos—podría contribuir significativamente a promover sentimientos de sano orgullo y pertenencia a la comunidad. A partir de un inventario juicioso de dichos inmuebles en todo el pais, debería instituirse un modesto plan de incentivos a sus propietarios para su reparación y remozamiento.
Las viviendas particulares sin atractivo arquitectónico, que constituyen la inmensa mayoría, pueden mejorar su aspecto a través de sencillos incentivos para su refacción y ornamentación con plantas decorativas, comestibles o medicinales. Así se daría impulso, además, a la seguridad alimentaria familiar.
El impacto económico de un plan de este tipo sería interesante, particularmente en los renglones concernientes al comercio y el turismo.
El cultivo de la historia, disciplina esencial en la construcción de ciudadanía, no puede descuidarse en el marco de un evento como el bicentenario de la independencia. En ese sentido, resulta fundamental reactivar la Academia Panameña de la Historia, única en el continente que no funciona, como lo recuerda el Dr. Omar Jaén Suárez (La Estrella de Panamá, 22 de agosto de 2019).
La Academia de la Historia cumplirá el año entrante cien años de fundación. Muy atinado sería lograr su reactivación en 2021, año del bicentenario de nuestra independencia.
El autor es politólogo e historiador y dirige de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá.