IMPORTANCIA GENERAL

La protección de los bosques

Un artículo de The New York Times del 30 de enero de 2009 tomó los bosques de Panamá como ejemplo de la nueva tendencia mundial del paradigma detrás de los “bosques nuevos” frente a los “bosques primitivos” o bosques viejos. Este es un excelente artículo para fomentar discusiones ambientales académicas, me indicó una amiga que me hizo llegar el vínculo electrónico del artículo.

Le indiqué que era muy interesante el planteamiento y le hice saber que no veía cuál es el punto o a dónde quería llegar el Dr. Joseph Wright en sus argumentos de darle menor importancia o prioridad de conservación a un bosque joven con respecto a uno primitivo.

Esto de inmediato me pareció un discurso ambiguo, que confunde a los tomadores de decisión y que no es aceptable en un tema tan delicado a nivel mundial, ya que los bosques no son menos importantes si son nuevos o viejos, primitivos o regenerados. Todos los bosques son importantes para la conservación de la biodiversidad que está inmersa en ellos, para mantener procesos ecológicos complejos y para generar servicios ambientales como la purificación del agua, del aire y el mantenimiento del agua subterránea de las cuencas.

Desde nuestra perspectiva científica es fundamental conocer la diferencia ecológica de cada bosque y su valor intrínseco. Es bien conocida en el mundo de la ecología la explosión de biodiversidad que se da cuando un bosque se regenera y conforme madura va de manera sucesiva cambiando los patrones de biodiversidad hasta llegar un clímax ecológico que no siempre es igual o similar al que hubo originalmente. Muchos elementos bióticos y procesos ecológicos sobreviven y muchas cosas nuevas arriban, pero también es muy cierto que muchos elementos se extinguen del área perturbada.

El mosaico de bosques caracterizados por la edad y sobre todo su extensión son fundamentales para mantener y conservar la biota por muchas generaciones más. La isla de Barro Colorado es un ejemplo de fragmentos de bosques jóvenes de rica biodiversidad que en poco más de cien años ha perdido de manera sistemática una cantidad considerable de especies, lo que indica que esta área insular y su periferia se han quedado pequeñas para mantener procesos ecológicos más grandes o complejos, por eso es que la fauna mayor, como jaguares, pecaríes de labios blancos, águilas harpías, tapires, simplemente se extinguió localmente, sumado al poderoso impacto ambiental del efecto borde de la presencia humana asentada en la misma región un par de kilómetros a la redonda desde la época colonial.

Esto nos lleva a definir sin dudas que todo parche de bosque, independientemente que sea un bosque maduro de 500 años o un bosque joven de 25 años, es objeto prioritario de conservación que no se le debe regatear su valor en función del paradigma utilitario que los humanos le dan (hoy conocidos como servicios ambientales) para definir sus prioridades de conservación.

Un ejemplo de buena conservación de mosaicos de bosques de diferentes edades son los de la cuenca del Canal de Panamá que incluye la cuenca alta del río Chagres.

Justo esta combinación de bosques maduros en la cuenca alta del río Chagres, bosques secundarios o bosques en regeneración en el resto del área canalera es una impresionante muestra de riqueza de la diversidad ecosistémica, de poblaciones y de especies animales y vegetales que hace de este país un punto caliente no solo como laboratorio viviente para la investigación científica, sino para el turismo y otras actividades económicas y científicas conexas. Por tanto, en buena hora en Panamá hemos custodiado tanto los bosques maduros de Alto Chagres como los bosques secundarios en diferentes estadios sucesionales en la cuenca baja y media que llegan hasta la ciudad de Panamá y Colón.

Concuerdo con las preocupaciones de muchos científicos en que es totalmente erróneo seguir la premisa de que ya no es tan importante conservar bosques viejos, porque están resurgiendo los bosques jóvenes, lo cual logra quitarle prioridad y fondos de investigación y de conservación a los bosques maduros, como si en caso de perderlos es sólo cuestión de esperar que resurjan de las cenizas y esto no es correcto, ni cierto.

Esto sencillamente es un planteamiento que hace más daño que bien, aquí y en todas las zonas tropicales del planeta.


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