Esta pregunta es tan antigua como compleja y nunca ha dejado de ocuparnos. Más de dos milenios atrás, Platón la planteaba en su diálogo Menón, donde Sócrates indaga si las virtudes pueden enseñarse. Hace algunos años, una publicación de la Unesco intitulada ¿A dónde van los valores? recogía las ilustres opiniones de reconocidos académicos. En las escuelas de negocios de Estados Unidos y el Reino Unido se implementan cursos de Business Ethics. Las academias de policías y las fuerzas armadas en varios países reciben ocasionalmente capacitaciones en ética o derechos humanos.
Asimismo, diversos programas gubernamentales e intergubernamentales se ocupan de variados programas de ética, concernientes al servicio público y la ciudadanía. Nuestros colegios disponen de asignaturas tales como “ética y valores” y algunas universidades ofrecen cursos de “ética y moral”. Por otro lado, las comunidades religiosas y ciertas convicciones filosóficas, desde hace mucho, procuran educarnos moralmente. En todo caso, la pregunta y todos los problemas prácticos que importa continúan con nosotros, ¿podemos aprender a ser mejores personas? ¿Cómo y quiénes podrían enseñarnos esto?
Al respecto, hay que advertir que la propia pregunta “¿se puede enseñar ética?” podría inducirnos a concebir una idea errónea acerca de ella. La pregunta guarda cierta similitud a otras tales como “¿se puede enseñar aritmética?” o “¿se puede enseñar biología?”. En estos casos, se puede responder afirmativamente y sin mayores problemas. Sin embargo, la ética es un asunto único en su género. Aprender ética no es solo obtener información o conseguir una habilidad técnica, o incluso ambas cosas. Consiste en el desarrollo moral de las personas, lo cual es algo sumamente complejo y exige de suyo un prolongado proceso a través del tiempo.
Otro problema con la manera en que se presenta la pregunta “¿se puede enseñar ética?” es que podría interpretarse en un sentido demasiado abarcador y exigente. Tal como se formula, parecería indagar si la totalidad de cuestiones y problemas éticos puede ser comprendida y resuelta por un individuo. Por supuesto, esto es absolutamente imposible. Nada más falso (y ridículo) sería pensar que una persona puede comprender y responder satisfactoriamente, tanto en la teoría como en la práctica, a todos los problemas éticos. Ni siquiera el que aprende aritmética, conoce toda la aritmética y es capaz de resolver todos sus problemas. Lo mismo ocurre con el que estudia biología, o cualquiera otra ciencia. Así pues, mucho más aún para el caso de la ética.
Muchos afirmarán que la ética no puede ser realmente enseñada, pues el desarrollo moral –de ser posible– nos tomaría toda la vida y está constantemente expuesto a dificultades, muchas de ellas graves y a menudo insuperables. Algunos incluso dirán que el ser humano es fundamentalmente malvado; la moralidad es solo una fachada que esconde lo que real y únicamente quiere: sexo, dinero, poder y fama.
Curioso es que los que defienden estas ideas, solamente quieren ser honestos y compartir generosamente la verdad con otros seres humanos –de quienes, por supuesto, esperan su comprensión–, para que sean además libres y, naturalmente, un poco felices.
Creo que la pregunta más importante no es si se puede enseñar o aprender a ser mejores personas, sino quiénes y cómo pueden enseñarnos a lograr esto. Si esta apreciación es correcta, sería prudente tener algo de cuidado con quienes anuncian que la ética puede ser enseñada, como si se tratara de un curso de álgebra o repostería. Habríamos de preguntar qué realmente se puede enseñar y, más aún, qué somos verdaderamente capaces de aprender.
