Que a la ciudad capital se la come la basura. Que no hay agua. Que los carros ya no caben en las calles ni tienen donde estacionarse. Que no hay por dónde caminar. Bueno, no sé de qué se sorprenden. La han atiborrado de gente. Legales e ilegales, respetuosos y maleantes, decentes y pandilleros, trabajadores y vagos, honrados y estafadores, aseados y cochinos, conservacionistas y depredadores, pastores y sicarios. Y siguen llegando incontrolados, para luego adoptarlos en una tómbola. Y vienen más de todos lados. A apiñarse en este pedacito de tierra antes tan tranquilo. Encima, nuestros gobernantes viajan a buscar otros, ofreciéndoles nuestra nacionalidad a destajo.
Monstruosos edificios rellenos de más gente, exenta de impuestos, que pide agua, energía, calles, salud, escuela, seguridad. Y que le recojan la basura. “Inversionistas” que entregan edificios, habiéndose “robado” hasta el último centímetro cuadrado destinado para áreas verdes y aceras. Adosados, a tal grado, que los vecinos se dan la mano entre ventanas. A esto los orates le llaman “crecimiento económico”, “índice de desarrollo”, “envidia del mundo” y otras linduras más.
El que se está tragando un pedazo del pastel, se muere de la risa. Con su pedazo paga lo que sea que le cobren y le sobra. Pero la población, en general, ya no soporta el alza de los precios de sus necesidades básicas. Comenzando por la comida, luego de poner bajo acoso a nuestro sector agropecuario. La educación privada, antes al alcance de nuestra clase media profesional, se ha convertido en una exclusividad para ejecutivos extranjeros, financiada por las millonarias empresas foráneas que los traen. Escuelas en donde el solo cupo de ingreso a un kínder cuesta hasta $12,000.00 y las cuotas mensuales llegan a $1,000.00. Me imagino, que estas cifras suman para ese “crecimiento económico”, en el que los panameños somos de segunda clase. Los nuevos gold y silver roll, solo que ahora, cien años después y en nuestro territorio “soberano”, adoptado por gobernantes que venden golosos la patria. Han creado una aglomerada metrópolis que no saben ni están en capacidad de manejarla ni ella de financiarse. Eso es todo. Y continúan las mega obras porque allí es donde está el negocio. Y a importar obreros, cuando en tal caso, lo que se debería importar es funcionarios públicos capaces.
La basura es un problema de cada municipio, que no tienen por qué asignársela a un ente cuyos fondos provienen del presupuesto nacional. Igual hicieron con el impuesto para el soterramiento del tendido eléctrico. ¿Cuándo se va a soterrar un tendido eléctrico en lugares del interior en donde “de a vaina” hay luz eléctrica? Lo mismo subvencionan el combustible solo al transporte público capitalino. Y espera el golpe multimillonario de las tarifas del Metro, que el Presidente dijo que lo iba a poner “gratis”.
El servicio de recolección que cubre esta ciudad de David no será perfecto, faltan detalles, como instalar en sitios estratégicos recipientes a prueba de robos donde depositar la basura. Pero no vivimos inundados de ratas y gusanos ni con basura regada por doquier. Lo realiza una empresa privada, bajo acuerdo con el Municipio. Y a pesar de existir, también, una alta morosidad, el servicio no se detiene. Y es que cuando se es consciente de las responsabilidades y hay interés por hacer las cosas bien, se hacen. Cuando se escoge a funcionarios para darle responsabilidades, partiendo de su probada capacidad y no de su filiación política.
En el aspecto de seguridad pública, los casos de abuso y de crueldad contra ciudadanos indefensos provienen de funcionarios que desprestigian su institución y nadie puede pensar que es la política de sus superiores. Pero cuando la ineficiencia proviene de la jefatura, el asunto sí va cuesta abajo. Ahora que estamos por adoptar el sistema métrico decimal, el director de la oficina encargada de ese programa, un señor de apellido Morón, entrevistado en TVN, dice y repite textualmente: “la libra tiene 454 kilogramos”. Nadie con la más elemental noción de esa materia diría semejante barbaridad. Luego dice que un galón tiene “exactamente” 3.78 litros, lo que tampoco es correcto –o te van a “trabar” con la gasolina–. Por regulaciones internacionales, ya aplicadas en Panamá, el galón americano equivale y se debe rotular como 3.785 litros. Luego termina diciendo que el cambio será aplicado a todas las actividades. El sistema métrico es preciso. De exacto fraccionamiento y conjuga pesos y volúmenes. Pero todos los países comparten por conveniencia y arraigos ambos sistemas. Los cubos (rines) de los autos, los contenedores de carga, los diámetros de fontanería. Y ríete: hasta la docena de huevos. Y a la inversa, los medicamentos. Así ocurre aquí en Panamá. El Canal mide su volumen de carga en TCU, contenedores de 20 pies. Solucionen. No le creen más problemas a la gente de los que ya se tienen. ¿Qué se logra poniendo al hombre del campo a calcular sus cosechas y su ganado distinto a como lo ha hecho toda su vida? Que lo haga la posterior industria y comercio. ¿Sabías que en Estados Unidos hay cosechas que se siguen midiendo como lo hicieron los peregrinos, hace más de 200 años? En bushels. Busquen gente capaz, que conozca el tema y que tenga mucho de aquel tan poco común de los sentidos. O van a armar un “zaperoco”.
