Tomo prestado el título de este artículo de un editorial publicado en la revista Lancet en abril del presente año. Allí, sus autores afirman que “la vulnerabilidad se produce en la brecha en la salud entre aquellos con el poder de definir y descartar las necesidades, y aquellos que están siendo definidos y descartados”.
Desde el inicio de la pandemia, la Covid-19 ha tenido un impacto desproporcionado en grupos de mayor riesgo social: pobres, adultos mayores, marginados y grupos indígenas. Sin embargo, con las medidas de distanciamiento social y las cifras de desempleo en incremento, la sociedad en general se ha visto golpeada por aumentos en ansiedad, depresión y estrés. Esta crisis de salud mental provocada por la pandemia también tendrá un impacto duradero.
Las enfermedades como Covid-19 son alertas sociales de que la inversión adecuada en salud e investigación científica es tan esencial - o más - que la empresarial, los servicios de transporte y logística, y el Canal, de los que tanto nos jactamos. Las pandemias constituyen un recordatorio de que nosotros, como sociedad, no somos invencibles, y que para sobrevivir tenemos que invertir en salud y educación para enfrentar futuros desafíos de igual o mayor urgencia.
Es cierto que las pandemias pueden ocurrir una vez en la vida o, quizás, cada tantos años porque son impredecibles. Sin embargo, el concepto de “vulnerabilidad” también puede cambiar drásticamente. En esta pandemia, los grupos vulnerables no se limitan a personas de edad avanzada, con problemas de salud y comorbilidades, sin hogar o desamparadas: además incluyen a todas esas personas que al inicio de la pandemia no se consideraban vulnerables y ahora se sienten vulnerables.
En el editorial de Lancet, la pandemia puede ser “un llamado a reconocer y reparar las rupturas socioculturales, sociopolíticas y sociohistóricas que generan vulnerabilidad en grupos marginados”. Por tanto, quizá la reflexión más importante en “la nueva normalidad” sea esta: ¿estamos comprometidos de una vez por todas a desarrollar una red sólida y sostenible de seguridad social? Sería un mayor aporte que cualquier vacuna milagrosa.
La autora es investigadora del Indicasat AIP y miembro de los movimientos Ciencia en Panamá y Cuidemos a Panamá
