Con el coyuntural fenómeno de la renuncia del ministro del Mida, emerge como nunca antes, la punta de ese iceberg que las dirigencias no han sabido ponderar, buscando para el sector rural soluciones de contingencia que por lo mismo obedecen a procesos con respuestas a corto plazo y hasta demagógicas, es el arcaico paternalismo.
La pobreza, el atraso y la problemática de nuestra incompetente producción, nacen y se enquistan en la incapacidad. Esto, que parece verdad de Perogrullo, tiene que trascender al nivel cognitivo de la gente, más específicamente, al de la del campo y, es por lo tanto a esa estructuración que se deben enfilar las mejores ingenierías y las consecuentes reingenierías. Para poder asimilar las tecnologías y adecuarlas a nuestros medios, resulta indispensable disponer de infraestructuras intelectuales aptas en los productores, no sigamos perdiendo esfuerzos en contrasentidos como los subsidios, o creer que los recursos financieros constituyen la solución o que egresando docenas de profesionales para engrosar la burocracia estamos trasladando la educación a la masa campesina.
Y no se trata sólo de enseñar las disciplinas de explotación, es prioritario afianzar los principios éticos y morales para ubicar una fiel escala de valores, que conlleve a la gente a poder dimensionar las circunstancias y a ejercer los derechos inalienables de la propuesta y de la crítica a partir de la dignidad. Entonces, sí caerán los telones de los sainetes montados para aturdir a campesinos y estudiantes que cual idiotas útiles, sin entender el trasfondo perverso de favorecer a los oligopolios y oligopsonios de bienes e insumos de técnicas obsoletas, salen a agredir las medidas gubernamentales que procuran objetivamente lo más conveniente para el desarrollo sectorial y nacional.
Claro que esta noble vía cultural tiene entre otros, un gran obstáculo: sus respuestas se verán a mediano y a largo plazo, y como la demagogia engaña con los sofismas fáciles y cuya respuesta se vea esta misma tarde…
Tanto más plausible se antoja la actitud asumida por el Gobierno nacional ante el TLC, ya que nos deja la posibilidad de diseñar la estrategia para preparar a la comunidad de cara a los sistemas conducentes a las producciones competitivas, con el aliciente de un mercado asegurado. Sobra comentar que no aprovechar el TLC, sería literalmente firmar la capitulación del primer sector y desolar los campos panameños.
El autor es profesor
